martes, 12 de diciembre de 2017

Cavilar

Hoy doce de diciembre entre cohetes de madrugada, serenatas y peregrinaciones, cavilo en el año que termina. "El tiempo", me digo mientras intento tapar mis pies, helados por el frente frío número no sé qué, lo que obliga a destaparme la cabeza porque la cobija no es de mi talla... ni la colchoneta. El frío muerde impune cada parte de mi "puerco", y eso me encabrona, y cavilo. Vivo a orilla del Río Grande (territorio libre de los hijos de la Escocia chiapaneca), donde el calor se regodea a diestra y siniestra en ambas orillas. La temperatura llega a ser infernal, tanto, que más de un C.P.M.* ha deseado que el calor sea algo tangible, que tenga carne y huesos... materia... la suficiente para agarrarla a vergazos. Con el frío deseo lo mismo, aunque sea yo un C.P.M. arrimado (y aún no bautizado en la Fiesta Grande, vestido de Parachico o Chuntá).

Les contaba que de vez en vez me pongo a cavilar, viajando en mi colchoneta mágica desde los grandes temas hasta la minucia más minuciosa. ¿A qué conclusión he llegado? A que la vida es breve "y cabrona", dijera mi querido Rayo. No es una conclusión de ahora, sino de hace algunos años, y más que conclusión es una confirmación. Ya desde antes reflexioné sobre lo mismo (sí, arriba de mi colchoneta mágica), y la primera vez que concluí lo mencionado sobre la vida, me dediqué a desperdiciar lo menos posible "el tiempo". Vida y tiempo... tiempo de vida.

Me acusan de amargado, chocante, aburrido, fracasado, y demás adjetivos que no me molestan... ni me importan. Soy un contemplador del paisaje que me circunda, y lo disfruto y me divierto a mi manera. Quizá sucede que soy el pez de esa minificción de Raúl Brasca, titulada "Última elección", que ahora les comparto:

"El pez, resuelto al suicidio evita veloz la red en la que moriría con sus compañeros, pasa de largo frente al anzelo del pescador rutinario que hojea una revista, y traga sin dudar el de un chico que recordará mientras viva los espasmos terribles de su asfixia". (Minificciones. Antología personal. Raúl Brasca. Ficticia editorial 2017)

Terminará diciembre y yo seguiré cavilando, pero ahora sobre la fiesta de enero, donde un buen amigo C.P.M. dice que ya tiene mi canasta, para que me pasee por las calles de Chiapa de Corzo lanzando besos cual Chuntá, con mis labios rojo carmesí y mi santo trago, al ritmo de tambor y pito.



*C.P.M.: Culo Pinto Mágico.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

¡Los libros leídos, jamás serán vencidos!

Semanas atrás se armó el programa de Carruaje Radio con la interrogante sobre quién había sido primero, si el libro, el escritor o el editor. Usted dirá: "¡Qué pregunta tan pentonta (o tonteja)!" Aún así el tema resultó interesante no por la pregunta en sí, sino por el pretexto para hablar acerca de editoriales independientes. Sin embargo mi amigo Toño Quijote no le sacó la vuelta al título del programa, al contrario, puso en la mesa a un actor importante, excluído sin que fuera esa la intención. Corrigió la plana y la elevó desde el absurdo hasta lo sensato. "Antes del libro, el escritor o el editor, está el LECTOR". No pudo ser mejor la vuelta de tuerca.

El lector, ese al que algunos escritores denostan diciendo que ellos escriben por pulsión o porque buscan alborotar los fantasmas de la sequía, sin importarles si hay o no quien los lea. También existen los escritores que sí trabajan su escritura para determinados lectores, sobre todo infantil y juvenil, acompañados de excelentes ilustradores quienes logran, en muchos casos, hacer inolvidable una historia.

"La tinta roja y negra", leí en alguna ocasión, era donde se perpetuaba la memoria y la historia de un pueblo. Legajos elaborados por los mexicanos de antes de la conquista. "Códices" en su mayoría desaparecidos de donde se aprendía a "cantar" su historia, su cultura, su razón de ser sobre la Tierra.

Si pensamos en los primeros lectores, de inmediato razonamos que el abrevadero está en la escuela. De hecho se ha logrado que muchos maestros incorporen dentro de su práctica pedagógica estrategias divertidas y efectivas, lo que les genera un mejor resultado en el aprendizaje de sus alumnos. Pero aún existe una gran mayoría que se niega, que se niega divertirse dentro del aula. Algunos porque no quieren, otros porque no saben, otros porque consideran que ya lo saben todo, y se rehúsan aprender, otros por mero sistema de desobediencia.

Dijera Noño, mientras intenta cruzar los brazos una y otra vez: ¿Y el alumno? ¿Y el lector letrado? ¿Y el juego? Conozco a más de un maestro que busca afuera la solución, ignorando que dentro de ellos está la llave, el código secreto, la palabra mágica que mejorará su desempeño docente, que agigantará su presencia en la memoria de los alumnos, multiplicándose en cada mirada y en cada recuerdo de aquellos quienes tengan la fortuna de conocerles.

Hablo de maestros porque son con quienes me encuentro de vez en vez en talleres y charlas sobre fomento a la lectura (y porque yo soy un lector formado por varios de mis maestros, a quienes recuerdo con grande cariño y le agradezco el haber dejado las migas de pan sobre el sendero). A ellos les reitero cuantas veces puedo que los alumnos de hoy necesitan maestros de hoy, escuelas de hoy... no de ayer (...y padres de hoy, diversiones de hoy, espacios de hoy, alimentos de hoy, y así hasta el infinito). Así, sencillamente... Por mejores lectores.

lunes, 2 de octubre de 2017

¿Robas o trabajas?


¿Dónde lo agarró el temblor?, pregunta mi vecina. Le digo que dentro de un hotel, en la Ciudad de México. ¡De la que se salvó! Acá estuvo horrible, nomás lo platico y me pongo nerviosa. Mire, me sudan las manos. Mi hermano creo le dio azúcar después del temblor porque no salió, se quedó acompañando a mi sobrino que está enfermo. No les dio tiempo de salir. Lo bueno es que no se derrumbó la casa. Y luego réplica y réplica, ya ni gracia. Le juro que a cada movimiento me duele el estómago, después me da náuseas. Le digo que debe ir al médico. ¿Usted es doctor? Me ataja. No, pero conozco algunos. Lo malo de los doctores -me dice- es que recetan medicamentos caros, y la verdad no tenemos dinero. No sé a dónde va a dar ese dineral que dicen los famosos que donan. Dólares por acá, euros por allá. Dicen que van más de mil millones de pesos, pero, ¿en la cuenta de quién está? Si es en la del gobierno entonces ya no vimos ni un centavo. ¿Por qué el gobierno es tan ratero? ¿No les da vergüenza? Yo le digo que quizá porque lo hemos permitido. Hace mutis, después vuelve a la carga. Y a todo esto, vecino, ¿a qué fue a la Ciudad de México? Le digo que fui a un curso de promoción lectora. Me mira sin mirar, luego da un vistazo a la casa. ¿Ese es su trabajo? Le digo que no, pero que sí, y termino enredándome. ¿Es usted vendedor de libros? Le digo que más bien un vendedor de historias. ¿Y se gana bien? Le digo que realmente no, que las ganancias son más de orden emocional que monetario. ¿En qué trabaja entonces? Nunca sale y a veces no sé si estan o no en su casa. Le digo que trabajo con los rateros del gobierno. ¡Ay, vecino! Ni lo diga, si se ve que usted no es de esos... ¿o sí? Mi hija dice que usted es escritor, que tiene muchos libros y que por eso no sale. En todo caso (me animo a decir) no soy escritor, sino lector. ¿Y da usted clases? Porque mis hijos no tienen clases, y se van a retrasar, ya de por sí los maestros son muy faltistas. ¡Ay vecino, qué mal está México... y Chiapas! ¿Por qué todas las desgracias nos suceden a nosotros? ...esta temblando.... ¡ay nanita!... ¡está temblando!... ¿No lo sintió? No me diga que no lo sintió, si estuvo fuerte. Mire (me enseña su teléfono), fue de 4.2 con epicentro en Pijijipan. ¡Ay, vecino! Mire mis manos, si ya tiemblo toda, hasta cuando no tiembla siento que sí, llevo días sin dormir, y con una angustia en el pecho que no sabe. Entonces, ¿trabaja o no? Yo ni sé qué decir... comienzo a sospechar que robo.

lunes, 4 de septiembre de 2017

Cuando sea grande


MiniMi habla y habla y habla, emocionado porque descubrió cómo resolver el acertijo planteado por "el Joker", que le permitirá develar el enigma que a su vez le facilitará el acceso a X cosa, del nivel Z de la segunda parte de Y asunto, en el videojuego de Batman. Le pregunto cómo resolvió su duda. "Encontré un tutorial en yutubí, y de paso hallé algunos atajos que no sabía". Yo, papá de hoy, de inmediato me pregunté ¿a qué hora este condenado chamaco hizo eso? "Cuando sea grande diseñaré juegos de vídeo", dice Minimí, mirando sin mirar algún lejano horizonte en su memoria novísima. Después se aleja, dando pequeños saltos de feliz inocencia rumbo a su libreta de dibujo.

A los papas de hoy nos importan los asuntos que le importan a nuestros hijos —me digo—, así que voy detrás de él (sin saltar, porque hace tiempo descubrí que la felicidad es efímera, y de mi inocencia, mejor ni hablo). Lo hallo recargado en la cama, con las piernas cruzadas y sobre ellas la libreta de dibujo. Yo, papá de hoy, le pregunto si está diseñando sus juegos de vídeo. MiniMí, luego de unos segundos, me dice. "Vete, necesito desarrollar mi imaginación porque soy un artista". Dicho lo anterior clava de nuevo la cabeza en la libreta y sigue trazando (imagino) ese horizonte visto por él. Yo, papá de hoy, me retiro con la cola entre las patas, dejando al artista en ciernes seguir desarrollando su imaginación.

"Cuando sea grande..." me repito en voz baja. Vuelvo a la computadora para revolcarme de nuevo en mis pocas palabras. No me concentro. El vecino sube el volúmen de su televisor, donde un entusiasta conductor de un optimista noticiario matutino, habla de los avances económicos y sociales de la república mexicana. "México es un país de contrastes", le escucho decir al presidente. "Hay rezago y vanguardia... pobreza y riqueza, pero aun con este escenario, la economía crece." (?).

Cuando tenía la edad de MiniMí, decía yo que de grande sería astronauta. Miraba fotos del libro Life en el Espacio, y la ciencia ficción se hizo uno de mis temas preferidos. Hoy soy grande pero no soy astronauta. Sin embargo, mi madre me dio la libertad de elegir qué hacer con mi vida. Varios de mis afectos me aconsejaron estudiar economía, contaduría, administración o leyes, porque "sirven para todo, especialmente abogado". No escuché a ninguno y me fuí a la literatura. "Te vas a morir de hambre", vaticinaron.

No fui astronauta porque, según me explicó mi tío, me equivoqué de ciudad (maldita sea la cosa). Nací "muy al sur". Quizá y más al norte... por ejemplo... Houston, me hubiera venido bien. O quizá en Moscú, "aunque ahí hace mucho frío", me advirtió. También me dijo que México no era un país que pensara en ir al espacio, porque estaba entretenido en una deuda impagable, por no decir eterna.

¿Por qué a México no le salen las cuentas, si su economía crece y crece y crece cada sexenio? ¿Cuál es el éxito de su fracaso? Según la PROFECO existen seis clases sociales en México, dentro de sus más de 127 millones de habitantes. Leyó bien, 6: Baja – baja (35%) Trabajadores temporales, inmigrantes, comerciantes informales, desempleados y gente que vive de la asistencia social; Baja – alta (25%) Obreros y campesinos; Media - baja (20%) Oficinistas, técnicos supervisores y artesanos calificados; Media – alta (14%) Hombres de negocios y profesionales "que han triunfado"; Alta – baja (5%) Familias que son ricas pero de pocas generaciones atrás; y la Alta – alta (1%) Antiguas familias ricas que durante varias generaciones han sido prominentes y cuya fortuna es tan añeja "que se ha olvidado cuándo y cómo la obtuvieron" (un clavado a la historia y sabrá usted "cómo y cuándo", se lo aseguro).

En suma, en México la clase baja se compone del 60% de la población, la clase media del 34%, y la clase alta del 6%. ¿Yo astronauta? ¿En qué estaba pensando? De verdad que vivía en la luna. ¿Humanista? ¡Si seré wey! Ser abogado, contador, administrador de empresas o economísta es la onda. Y si a eso le suman "que han triunfado", ¡uf!

En un país "de contrastes" como México, mi MiniMí ya eligió: arte y tecnología (un trompo a la uña). Yo seguiré la tradición materna: "Ahí lo ves vos... yo ya estoy vieja, ya viví... mañana me muero y vos seguirás acá, así que fueras pensando en algo que te guste, porque será pa'vos, no pa'mí".

lunes, 14 de agosto de 2017

El Mississipi y el cometa Halley

No hacer nada en vacaciones es igual al dicho que reza: La ociosidad es la madre de todos los vicios. Mi vicio en estas últimas semanas ha sido el de recordar. ¿Y cómo se hace eso? No hay más regla o método que alborotar a los fantasmas de la añoranza. A mí me sucedió más o menos así. Les cuento.

Hace un par de semanas un conocido me “jurgó” para que escribiera sobre astronomía. Me hallaba en el cerro del rebote compartiendo junto a Laura, Jesús y Ray, posibilidades divertidas de aprender. De regreso a casa en el conejoblues, recordaba mis frustraciones astronómicas, como la de aquel febrero de 1986, cuando, emocionado por entrar a la escuela secundaria y por el mundial de fútbol, olvidé observar el paso del cometa Halley sobre el cielo tuxtleco.

Después recordé las caricaturas que veía en los años ochenta, y vino a mi memoria Las aventuras de Huckleberry Finn, que transmitía el canal trece. En aquellas largas vacaciones de verano (de más de dos meses) me iba a casa de mis abuelos en el ejido Tierra y  Libertad. Ahí, después de ver las aventuras de Huck y Jimmy, salía a jugar y a emular la vida del pequeño vagabundo. Sí, yo también quería ser vago como él. Iba a los ríos y pozas, construía refugios en el monte y trataba de cocinar mi propia comida, que hurtaba de la cocina de mi abuela. Solo me faltaba el “banjo” y algún suceso memorable.

Llegaron las aventuras de Tom Sawyer, aunque no me gustaron tanto como las de Huck. Tiempo después descubrí que esas caricaturas eran dibujadas en Japón, adaptadas de las novelas escritas por un señor llamado Mark Twain. Busqué esos libros en la biblioteca de mis tíos, pero no los hallé. Con el transcurrir de los años descubrí al señor Twain en una foto, sosteniendo un aro metálico con un foco de luz incandescente en uno de sus extremos. Al fondo en la penumbra, del lado izquierdo, aparecía el rostro de Nikola Tesla. ¿Twain y Tesla eran amigos? Ese descubrimiento me dio un gusto particular. Sin proponérmelo, de a poco me fui enterando más de Mark Twain, destacando esta minucia elíptica que ahora les comparto.

Nació el 30 de noviembre de 1835, y murió el 21 de abril de 1910. Usted dirá, querido lector, “¿y a mí qué pictes con el dato?” Pues que el día del nacimiento del escritor era también el día en que el cometa Halley se encontraba más cerca de la Tierra. Hay quienes nacen con “estrella”… y otros con “cometa”. Después de esa ocasión, “el Halley” volvería hasta después de setenta y tantos años. Y esa fecha llegó, cuando el 20 de abril de 1910 volvió a estar bastante cerca de la Tierra. Al día siguiente Mark Twain fallecía, tal cual lo había declarado un año antes: “Vine con el cometa…me iré con él”.

La amistad de Twain con Nikola Tesla fue significativa, tanto, que días antes de fallecer éste último, llamó a un mensajero para que llevara al escritor estadounidense un dinero que en una alucinación fantasmal aseguraba le había pedido, luego de una visita reciente. El mensajero no hallaba cómo explicarle que Twain llevaba muerto más de treinta años. Tesla aseguraba que estaba vivo, y que seguían conversando y compartiendo ideas.

El cometa Halley es algo que se ve una sola vez en la vida… o dos, si tienes la suficiente fuerza vital. Yo tenía trece años cuando tuve esa oportunidad, y no pude verlo. Tendré otro chance el 28 de julio de 2061, cuando haya cumplido 88 vueltas al sol. Ahora mismo me encuentro en la mitad de la ruta, bastante traqueteado pero con el ánimo intacto (la salud es otra cosa). Hoy más que antes me digo: Cómo se pasa la vida, así, tan callando.

lunes, 3 de julio de 2017

Bésame


A los amigos les digo que en mi casa hago lo que yo quiero. Si quiero barro, trapeo y “sacudeo”. Los días de aseo son los domingos. Y he de confesar que hace ya tres fines de semana que no hago tal cosa. Sí, pueden juzgarme flojo, güevón, y lo que se acumule. No es algo voluntario. Sucede lo siguiente.

Frente a mi casa dos apasionados muchachos se besan con desenfrenado desenfreno. Literalmente se comen a besos y yo no tengo el valor para abrir la puerta o la ventana (bastante grande por cierto) y matarles la pasión tan apasionada que les obliga a comerse el uno al otro, al amparo del poste del alumbrado público. Sí, sucede los fines de semana.

Los he visto, he de confesarlo, largamente. Ellos no pueden verme porque el cristal es ahumado, y gozo de cierta impunidad. Casi puedo tocarlos, abrazarlos, casi puedo sumarme a ese deleite que solo quienes lo vivimos sabemos de qué trata. Amores de preparatoria… preparatorios disimulos gozosos de una sexualidad que amenaza con estallar, incontenible.

Se besan y se acarician. Él frota los diminutos senos de la muchaca. Ella le acaricia la cintura, no sabe hacer más. Ël juega con los pezones de la chica, erectos, listos para lo que sea. Ella quisiera atreverse a más pero no se atreve. Son las doce del medio día, calor infernal a un costado del Río Grande, que cruza el pueblo mágico de Chiapa de Corzo. Río que nada sabe de la pasión tan apasionada frente a mi ventana, donde soy testigo y voyeur.

Antes barrí y sacudí algunos enseres de la casa. No puedo abrir la puerta para botar la basura porque ellos se encuentran ahí, deleitándose, y no me siento con el derecho de asustarlos o de correrlos. Yo también viví esos menesteres, y no hay nada más sabroso que besar a una mujer y acariciarla, con casi cuarenta grados de calor encima, con la entrepierna amenazando reventar la mezclilla y la adrenalina subiendo a topes irracionales.

Se dan una pausa, apenas la necesaria para tomar aire, ventilarse, otear la cuadra ausente de vecinos, quienes nos encontramos parapetados en la comodidad del ventilador y el agua fresca. Ellos no, ellos siguen batallando con humedecer sus cuerpos, con alterar el orden celular, con reafirmar lo que antes Oparin y Darwin dijeron de la selección natural de las especies, porque la vida se abre paso de cualquier manera, y ellos estan listos para perpetuarse pero no se puede en medio de la cuadra, en la calle pura y dura, que castiga con su paisaje lleno de cemento y lágrimas, llanto de los niños que son castigados por no sé qué maldita razón. Encerrados, prisioneros de la voluntad materna y paterna, del cuidado a contracara.

Ellos siguen besándose y yo mirándolos. Me turbo. Es inevitable. Quisiera estar en el sitio del chico que a lo sumo tendrá 17 años. Soy el lobo feroz acechando a la caperuza. El día y su calor infernal con dientes, los míos y los de la adolescencia. Me catapulto y renazco en esas tardes de furia, días de fiera infancia, cachondo, lujurioso, intenso. Soy de nuevo, por un instante, aquel que fui, fajador. Fajador en el cine, en la calle bajo la lluvia, o bajo el inclemente sol chiapaneco. Soy un hombre que pasa de los cuarenta años, y desea igual que un muchacho de 17, sin remedio. Debo sacudir, barrer y trapear, pero no puedo porque afuera, frente a mi ventana, la naturaleza eclosiona, avasalla y alimenta mis instintos más primitivos. Soy un hombre, y estoy, impune, mirándome.

lunes, 12 de junio de 2017

El asombroso Hombre Araña

El año pasado tuve la suerte de presentrar un libro de Imanol Caneyada. Ahí comenté que alguna vez fui a comprar casettes a la "discoteca americana", y de paso recordé otros sitios legendarios sobre la avenida central, como "FrontLine" (donde jugaba maquinitas), y la agencia de revistas Velazquez. A esta última iba cada quince días por las aventuras del asombroso Hombre Araña. Tuve los números del uno al cien. La portada era de papel brilloso aunque delgado, y los interiores de papel periódico.

Con mi amigo y vecino (de barrio y de pueblo) Isaac Marina, grabábamos episodios del asombroso Hombre Araña contra el Doctor Pulpo, el Hombre de Arena o El Duende Verde, y después escuchábamos nuestras "producciones", que nos parecían una chingonería. Salí de la primaria. Llegué a la secundaria y mis revistas se quedaron en una caja, bajo la cama.

Mi cuarto era pequeño y tenía las paredes tapizadas de posters. Había bastantes cosas que mi madre, sabia, me aconsejó tirar o regalar, antes de que ella lo hiciera. Con ese poder de convencimiento, topé con mi caja de revistas. No iba a tirarlas. Algo inexplicable me ataba a ellas. Yo, un adolescente de secundaria, valemadrista, no debía de tener debilidades por una colección "infantil". Ya estaba grande para esas ternuras, pero me estaba costando deshacerme de ellas.

"Las regalaré", me dije. Y me prometí a mi mismo que se las daría a quien las apreciara y le diera el valor cercano al que le daba yo. Atrás de los ejemplares había una historia, y hasta me atrevo a decir que me sentía un poco Peter Parker, aunque "atuxtlecado". Después de mucho pensarlo, decidí regalárselo a "M", mi vecino de andador. Lo llamé, le di la noticia, y aún recuerdo sus ojos abiertos de la sorpresa, su sonrisa franca y las pecas que parecían resaltarle del gusto. Yo me sentía muy pedorro dando la estafeta de una colección que llegaría a ser memorable en sus manos.

Después de algunos meses se me ocurrió visitar a "M", para preguntar qué tal le iba con la colección. No lo hallé, pero sí a su hermana, con quien él peleaba un día sí y otro también. Luego de informarme de la ausencia de "M", me preguntó si era yo quien le había regalado las revistas. Muy pedorro le dije que sí. Entonces, con la mirada de quien tiene un as bajo la manga, me dijo: "Se puso a recortar las portadas, y las pegó en su trapper. Ya le quedan pocas por recortar... ¿verdad que no se las regalaste para que hiciera eso?"

Mi estómago era un amasijo de gases digno de una analogía de Aristófanes. Pasé del espanto y el encabronamiento a la resignación en segundos. ¿Qué culpa tenía "M"? Yo decidí regalarle mi colección. Esa misma sensación siento ahora, al enterarme de que la Agencia de Revistas Velazquez ha cerrado sus puertas. De vez en vez iba a comprar revistas para mí o para mi hijo. Sé que más de uno fue a "la Velazquez" alguna vez. No sé decir más. Dijera Aristófanes, "ni pedos".


miércoles, 24 de mayo de 2017

Volar


Cuando conocí a “J”, hace ya varios años, apestaba a trago, sudor y orín. En ese entonces mi lugar estaba cerca de la entrada principal, a donde llegaban despistados preguntando por la renovación de placas, pago predial o actas de nacimiento. Supuse que “J” era otro distraído. El vigilante no lo dejaba entrar, y la situación fue subiendo de tono. Hablé con el guardia, quien no sin refunfuñar, accedió. “J” seguía hablando: “... ¡Qué me voy a robar, verga, si estoy clavado en esta silla!... ¡Soy chambeador igual que tú, no te pongas perro!”. Abrí la puerta y “J” entró, triunfal.

Ya en mi lugar, agregó: “¿Qué me puedo robar, ensartado en esta maldita silla?... Supongamos que robo. ¿Será que me escaparé hecho la verga? ¡Hasta un niño me alcanza!”. Le pregunté si sabía en qué lugar estaba. “¡Pos sí, sí sé!... Donde dan chamba a los artistas... ahí como me ve todo jodido, soy pintor, vengo a pedir apoyo... pintura... dinero no me van a dar, y está bien, porque de seguro me lo chingo en el vicio”.

Años después escuché alboroto en la entrada, luego llegó mi lugar el nuevo vigilante para decirme que afuera estaba un borracho en silla de ruedas, “que viene a verlo a usted porque es su amigo”. Fui a la entrada y vi a “J”, chorros de sudor y encabronado. Nos saludamos. Luego “J” miró al guardia con ganas de escupirlo. “Creerá el pendejo este que no puedo romperle la madre porque estoy en silla de ruedas, pero si lo agarro, chiquito le va a quedar el estacionamiento”. Rió. Le faltaban dientes y le sobraba sudor. Afuera el sol era implacable y “J” lidiaba no solo con eso, sino con las banquetas irregulares, el desdén de la gente y la indiferencia de los automovilistas.

Después de no verlo por un par de años, “J” apareció frente a mi. Se veía distinto. Estaba sobrio, con ropa limpia aunque calada de sudor. Tenía un sombrero y una sonrisa desdentadamente franca. “El guardia me pregunta que a quién vengo a ver, y le digo que a uno de mis mejores amigos: tú… no se puso perro… como te ven te tratan”. Le agradecí el honor. Me contó tenía una nueva vida lejos de los vicios, y una pareja a la que quería mucho. Dijo que conoció a dios, y que él le ayudó para conseguir chamba. “Hoy vengo a probar suerte, para ver si me contratan como tallerista en una casa de cultura… quiero enseñar lo que sé”. En menos de dos meses estaba contratado.

Un año después nos hallamos en el mercado de Los Ancianos. Lo vi madreado por el sol. Le pregunté de su trabajo como tallerista. “Me despidieron”, contestó. Supuse había recaído en el alcohol o la droga, pero me dijo que no, que dios lo había hecho fuerte. Estaba limpio. “Sobrevivo arreglando electrodomesticos”. Lo vi llorar, impotente. Me contó que lo acusaron de algo que ni era cierto, pero que no pudo defenderse por no tener dinero.

Hoy me sorprende con su visita. Lo veo contento. Me platica de su negocio: Embobinado de Motores “J. P.”, del cual es el flamante propietario. Ahora cuenta con maquinaria y herramientas para aventarse trabajos más grandes. Me da una tarjeta “por si se ofrece”.

Hacemos memoria desde cuándo nos conocemos. “¡Újule, hace un chingo!”. Reconoce que cayó, se levantó y volvió a caer en el alcohol y la droga, hasta que halló a dios. “Él me acompaña desde entonces de acá para allá, enseñándome los diferentes rostros que tiene el diablo”. Me confiesa que hace poco se le presentó el malo disfrazado de gente normal, para decirle: “Te haré caer de nuevo, porque me perteneces”, él le contestó: “Ya no, porque ahora Jesús está conmigo, él me advirtió sobre ti, de que vendrías. Yo te conozco desde antes, cuando yo era otro, un borracho y un drogadicto al que intentaste matar. Ya no te tengo miedo”. Dice que el diablo, encabronado, dio media vuelta y se marchó.

“J” tampoco se lamenta por estar “clavado” a una silla de ruedas, de donde intentó escapar a punta de trago y cocaína. Hoy está limpio. Aprovecho para preguntarle, abusando de la amistad, si de vez en vez sueña que camina. “No, la verdad es que no”. Se hace un breve silencio, luego me dice: “Lo que sí sueño…  y a cada rato… es que puedo volar”.

lunes, 15 de mayo de 2017

Pokepictes

A mediados de agosto del 2016 disfrutaba de la sombra de las bugambilias en Convivencia Infantil, frente a la maqueta del remozado Castillo de Chapultepec. Era medio día y uno que otro ocioso igual a mí deambulaba por los meandros del parque. ¡Qué frescura! El suelo era un amasijo trémulo de sombras y luces. Cerré los ojos rememorando aquellos días cuando de niño visitaba ese mismo sitio, pero repleto de animales. Sí, ahí estuvo alguna vez el zoológico de Tuxtla Gutiérrez. Otros recuerdos me relajaron por no sé cuántos segundos... minutos...

...Abrí los ojos y me descubrí rodeado de una "jabalinada", quienes, teléfono en mano, caminaban en círculos. A mi lado había un par de ejemplares hablando sobre cebos, carnadas, y sobre una estación de no sé qué, rematando con la palabra “pokemon”. Me puse de pie. Vi alrededor y pude contar a más de quince "jabalines", todos con la cabeza gacha, manipulando su teléfono mientras otros, errantes, iban y venían por los andadores. Pronto fueron muchos más.

Don Joaquín Miguel Gutiérrez, personaje histórico de Chiapas, asesinado y arrastrado por las calles tuxtlecas, tenía esa mañana más visitantes que nunca. Había "jabalincitos", "jabalines" y "jabalinzones" acostados, sentados o de pie, dentro y fuera del mausoleo. Visitantes atentos a los aparatos telefónicos, ensimismados. Apenas y hablaban, y cuando lo hacían era para festejar no sé qué.

Mi natural y extraordinaria curiosidad (los envidiosos dirán que soy un exagerado y un chismoso) hizo que me acercara a uno de ellos para preguntarle en lenguaje "jabalín", ¿quésquéspué? “Acabamos de cazar un prendefuegos”, contestó. ¡Ah chingá!, ¿ydóndeocómooqué?, insistí. “Le pusimos un cebo”. Dicho lo anterior, se levantaron para continuar “cazando”.

En la primaria me gustaba la materia de historia, tanto, que no necesitaba estudiar para el examen. Recuerdo cuando aprendí sobre gregarios y sedentarios. Imaginaba a los nómadas sin hogar ni terruño dónde enterrar su ombligo debido a la caza, razón por la cual tenían que desplazarse cada vez que el hambre apretaba, persiguiendo a sus potenciales presas kilómetros y kilómetros de distancia. Comer era de verdad algo serio, y afinaron su técnica cuando se hicieron de herramientas para diferentes quehaceres, incluido, claro está, el cazar. Ya no tenían que correr grandes distancias, perseguían de manera más eficiente a sus presas, logrando incorporar a su dieta especies que antes parecían inalcanzables.

Imberbe, recuerdo haberle contado a mi tío Óscar “El Furibundo” sobre los nómadas. “El Furi”, de mal humor, me dijo: Estudia informática, ahí está el futuro. Y como a mí no me gustaba (ni me gusta) que me dijeran lo que tenía que hacer, ignoré su consejo y me incliné por las “humanidades”. Recordé también otra etapa feliz de mi infancia, cuando iba de pesca con mis cuates al río. El cebo o carnada lo hacíamos del almidón de los bolillos, o de tortilla tiesa, emulando a nuestros ancestros, y de paso viviendo la emoción por comer lo capturado: entrenábamos para ser unos sobrevivientes. Pero de eso a cazar con un teléfono…

Alcancé a los "jabalines" para preguntarles qué hacían con lo cazado. “Nada”, me contestaron. ¡Archirrequeterrecontraputamalle! Salen a cazar no sé qué, para… ¿nada? Lo que vino después fue como una escena de película de zombis come cerebros. Una especie de estado hipnótico, ansiedad desconocida invadiendo a los habitantes de Tuxtla de los conejos. Un contagio que había alcanzado a personas cercanas a mí, a quienes por estar “cazando” pokemones llegaban tarde a una cita, se desviaban de ruta buscando “estaciones”, “gimnasios”, o lo que fuera, y no te prestaban ninguna atención. Pronto descubrí que si de “cazar” cosas intangibles se trataba, no importaba el costo de la gasolina ni el calor endemoniado, con tal de atrapar “algo” para "nada". ¿No era una estupidez encantadora?

Hoy doce de mayo del 2017, camino de nuevo por el parque de Convivencia Infantil, libre de “cazadores” a diestra y siniestra. Me acomodo cerca del Castillo de Chapultepec y veo hacia el mausoleo de “don Joaquín”, donde meses atrás estuvo repleto de gente, teléfono en mano. No hay ningún "jabalín" cercano al sitio, ni siquiera para dormir una pequeña siesta bajo la sombra de las bugambilias.

Mi natural y extraordinaria imaginación (los envidiosos dirán que soy un exagerado y un mamón) me lleva a teorizar sobre la suerte de aquella "jabalinada" tuxtleca y su actual destino. Quizá les sucedió igual que a los primeros nómadas, y siguen tras los pokemones caminando kilómetros y kilómetros, desde agosto del 2016... Quizá están por llegar a la Patagonia, o cruzan Alaska al tiempo que veo a una ardilla cruzar frente a mí... Quizá fue solo otra actividad inútil para el sedentario promedio, que generó millones a unos cuantos sedentarios invencibles, la punta de la pirámide en la cadena alimenticia cibernética. ¡Pa’qué pictes!

martes, 2 de mayo de 2017

Un par de palabras


Cuando viajo a San Cristóbal de Las Casas cierro los ojos y me imagino arriba de una nave espacial, subiendo a una velocidad aproximada de treinta metros por minuto. ¿Soy un ridículo? Sí, y qué. Me veo checando controles y monitores... el despegue… la ignición… a lo lejos escucho: “¿Qué opina de la corrupción en México?” Quien me interroga es el pasajero de al lado. Finjo dormir. Me veo de nuevo en la cabina de mi nave... el tablero marca un error en el sistema… un par de palabras...

México - Corrupción.

… luego veo libros flotando, ingrávidos: “Kaplan. Fuga en 10 segundos”, la historia sobre David Joel Kaplan, agente de la C.I.A. recluido en la entonces prisión más segura de México: Santa Martha Acatitla, y su escape en un helicóptero desde el patio del reclusorio; “Cuba Libre” y “A-B-Che”, de RIUS, y la historia de Fidel y El Che detenidos en México, presos,“calentados” y liberados después para iniciar la revolución Cubana; La revista Proceso y William S. Burroughs, escritor gringo considerado esencial para la Generación Beat, quien reventó de un balazo la cabeza de su esposa en un apartamento de la colonia Roma; “Breve historia de la Revolución Mexicana”, de Jesús Silva Herzog, la transición de Doroteo Arango a Pancho Villa, Canutillo, generales, licenciados y hombres ignorantes haciendo la guerra; “La corrupción en México”, de Roberto Blanco Moheno. “Lo negro del negro Durazo”...

… Un bucle cuántico me succiona de la cabina hasta el barrio de Atocha, donde me veo de niño pepenando un billete de 100 pesos con la imagen de Venustiano Carranza. Sé lo que sigue, y me río. Ahí aprendí que un dólar valía más de 200 pesos y el pasaje hasta mi escuela 1 peso (un Morelos). Lo supe cuando compré dulces de a tostón y me dieron muchos “Morelos” de cambio, aunque incompleto. Escucho a mi tío decir: “Ni modo mijo, estamos en México, y acá el que no transa no avanza. Guzo caperuzo, ya vendrá el desquite”... abro los ojos justo cuando entramos a la ciudad coleta. ¿Sueño consciente? ¿Realidad inconsciente?

Lo cierto es que durante el viaje a Tan Tristóbal de Las Razas desfilaron otros recuerdos, textos, audios y películas sobre México y la corrupción; adjetivo, verbo y sinónimo de nuestro país. Ser corrupto es algo latente en la naturaleza humana, pero en esta patria es la base sobre la que se ha construído nuestro destino desde siglos atrás. La Historia de México se ha nutrido de errores, imprecisiones, enredos y olvidos necesarios, porque se ha desbordado la ambición de dinero y de poder por parte de una oligarquía añeja, que a su vez ha desbordado el miedo y la incertidumbre en el resto de los mexicanos, quienes repetimos y hasta perfeccionamos usos y costumbres corruptas para vivir.

De muestra este botón: En gran parte de la república mexicana es “normal” enterarse de que las “arcas municipales” se encuentran sin un peso partido por la mitad. ¿Cómo sucede esto? La administración saliente asegura haber dejado las arcas llenas y acusa a los recién llegados de ladrones. Los acusados a su vez acusan a sus acusadores (acá entre nos, los teóricos de los antiguos astronautas hablan sobre una grieta espacio temporal por donde alienígenas ancestrales cruzan, para robar el presupuesto; dicen que están a nada de demostrarlo). Dichos fondos, cual Ave Fénix, renacen y son el tema de la burocracia. “¿Cuánto vendrá de presupuesto este año?”, se preguntan, ingenuos, como si el presupuesto brotara por milagro. ¿Y dónde está la paga, pué? El pueblo no lo tiene. Los últimos en tocarlo son las autoridades municipales, quienes se acusan mutuamente. ¿Usted de quién sospecha? ¡Yo de los alienígenas ancestrales, por supuesto! ¡Si está clarísimo!

Galeano decía que el dinero es el principal problema, y que deberíamos de abandonar su uso, que al fin de cuentas solo es “fiduciario”, es decir, que no tiene más valor que el dado por el gobierno de acuerdo a sus reservas en oro y plata. En México el dinero fiduciario en metal o papel se  multiplica en las maquinitas de hacer dinero y en el saqueo de la riqueza del país, de ahí la inflación que se infla y se infla sin parar, porque cada vez nos importa menos. Se nos filtra la riqueza “por arriba y por abajo”, dijera mi abuela.

Hace sesenta y tantos años México era un país en vías de desarrollo, con un futuro prometedor, y Corea del Sur un país quintomundista, devastado por la guerra y con un futuro incierto. Hoy Corea del Sur exporta tecnología propia en comunicaciones, en maquinaria eléctrica y automotriz, y se han colocado en el “primer mundo”. México exporta cerveza y alimentos, aún sigue en “vías de desarrollo” (y seguirá por quién sabe cuántos siglos más). ¿El secreto del éxito coreano? Educación. Invirtieron en lo único que los podría sacar adelante: su gente. ¿El éxito del fracaso mexicano? ¡A saber! (se aceptan opiniones)

En México la desmemoria puede ser una falta o un acierto, pero bien vale la pena memorizar estos datos (aunque le dé “guácala”). De 1800 a 1860 la moneda mexicana tenía valor y circulaba en Canadá, Estados Unidos, Centroamérica, Filipinas, China y Japón. Un peso era el equivalente a un dólar. De 1917 a 1930, un dólar valía dos pesos; 28 años después, en 1958, un dólar se pagaba a doce pesos con cincuenta centavos. ¿Cuándo se derrumbó el peso? Entre 1976 y 1988, cuando de 12.50 llegó a 2,290 pesos (un promedio de 189 pesos por año, durante doce años). Fue el periodo del “boom” petrolero, cuando más crudo se exportó y más dinero entró al país (“Mexicanos, prepárense para administrar la riqueza”. JoLoPo), pero poco llegó a las arcas de la nación, porque se extravió entre acusadores y acusados (municipales, estatales y federales). Años después, para disimular el desfalco (y seguir con la bonita tradición de las acusaciones mutuas, que tanto luce en los discursos y los debates), le quitaron tres ceros a la moneda. ¡Tómala, papá! ¡Se chingaron los alienígenas ancestrales! ¿Serían capaces de llevarse un dinero mega devaluado? Adivinaron...siguieron, siguen, y seguirán siendo rapaces… digo, capaces.

Más sabio era sanear las finanzas, pero más fácil robar. La corrupción penetró hasta la médula en todos los sectores de nuestro país, y sigue la metástasis. Hoy un dólar vale en realidad 21 mil pesos. Revertir eso está en sumerio (para no joder con lo chino). Ahora bien, ¿qué opino de la corrupción en nuestro país? Para responder recurro a las sabias palabras de mis antepasados (que no antiguos astronautas): “Qué bueno que dios inventó la muerte; todos nos vamos a morir”.

Gracias.



jueves, 20 de abril de 2017

Suprarrealismo

MiniMí camina a desparpajo de acá para allá, señal de que está contento. Recién salimos del cine rumbo a la máquina de los helados. En mi mente "delicio" (verbo MiniMí) un sorbete de chocolate con chispas de chocolate, galleta de chocolate y barquillo de chocolate. MiniMí sigue en el desparpajo. De pronto se detiene en seco para preguntar: "Papá, ¿cuál es la diferencia entre 'sub real' y 'surreal'?" Carajo, la nieve de chocolate se desvanece cual si fuera “La persistencia de la memoria”, de Dalí. ¿Qué #$*/&¡ pregunta es esa? Las nieves están a dos metros de distancia, casi nada comparado con el abismo que puedo provocar si no le hago frente a esta suerte de "torito placero" liberado por MiniMí.

Trato de dar una explicación sencilla con analogías igual de sencillas. Lo "sub real" (acá adopto la pose de taita enterado) se refiere a algo poco real... es decir, algo que no alcanza la realidad plena... una realidad inferior como... este... es decir... una realidad menor. ¿Me explico? MiniMí cabecea, se distrae mirando su reflejo en el cristal de un aparador. Siento que lo pierdo ante una explicación tan pobre de mi parte, y lo más jodido es que no se me ocurre ningún ejemplo. Entonces (para salir del escollo) despepito mi idea de "surreal", y le digo que es algo que va más allá de la realidad, más allá de lo que podríamos imaginar... una realidad sublimada. MiniMí me mira sin verme. Imagino giran dentro de su cabeza mis palabras, buscando acomodo.

Intento ordenar mis ideas con el propósito de no confundirlo... ni de confundirme. Le digo que se imagine algo que se estire (albureros abstenerse). "Una liga", responde. Entonces le pido se imagine estirando esa liga. "Ya", contesta. Luego le pido sustituya esa liga con "algo" que en nuestra realidad es imposible de estirarse. "Ya", contesta. Le pregunto qué cosa es. "¡Mis nalgas!", responde, y acto seguido se suelta a reír con desparpajo. Río junto con él, aunque sin tanta facilidad.

De inmediato viene a mi memoria un cuadro de Dalí, de nombre: "El enigma de Guillermo Tell", cuadro que le valió al genio de Figueras ser expulsado del movimiento surrealista. Es la imagen de Lenin "aguillermoatelado", con una nalga horizontal del tamaño de su pierna derecha, apoyada sobre una orqueta. A don Bretón eso lo ofendió, a tal grado, que le fue imposible ver el cuadro. Recuerdo también lo leído en una revista sobre la presencia de Guillermo Tell en la obra daliniana, reflejo de su protesta y rompimiento con la figura paterna, que en este caso representa esa ruptura en dos sentidos: la separación de su padre biológico y la de su padre artístico.

¡Coño!, caigo en la cuenta de que mi Minimï y su respuesta de una nalga superlativa vaticina su futuro rompimiento conmigo, su padre. ¿Y si lo excomulgo yo primero, antes de que él me mande a Chihuahua a un baile? ¡A burro!, me digo, ni que fuera yo André Bretón, quien excomulgó a Salvador Dalí del grupo de los surrealistas. O peor aún, que me respondiera como lo hizo el pintor a su verdugo, de que en su pensamiento había hecho un acto de surrealismo total al imaginar uno de sus tantos sueños con extrema minucia y escrupulosa exactitud. O mucho peor, que me dijera: “Es lo mismo, mi querido Bretón, que si yo soñase hoy que estoy con usted en una posición amorosa, mañana por la mañana no dudaría en pintar esta escena con todos sus detalles”. ¡Carajo! ¿Esto que pienso es “sub real”?... De tanto pendejear, olvido dónde estoy. Trato de hallar a mi surrealista engendro, que con esa sola respuesta me ha llevado al final de mis principios, o al inicio de mi final, o... lo que sea.

De quién sabe dónde aparece MiniMí, sujeta mi mano y me arrastra los últimos metros hasta la máquina de los helados, donde le pide a la "abobinable" chica de las nieves una canasta sabor vainilla, con chispas de chocolate, caramelo, jarabe y lunetas. Yo pido un cono sencillo, sin ingredientes extras, algo que bien podría llamarse un helado "sub real", ante la tremenda canasta surrealista de MiniMí, quien "delicia" sin ningún apuro su pantagruélico postre, retecontento, mientras yo busco en mi memoria ejemplos de algo "sub real", palabra que agudos especialistas desestimarán diciendo que "no existe", pero estarán equivocados, porque es tangible en cada enunciamiento fonético y textual.

lunes, 10 de abril de 2017

Vacaciones

Una conocida me pregunta si lo que mando por guasap y por tuiter lo escribo yo. Le digo que sí. Ella pone cara de asombro, me sugiere vea más televisión, luego me aconseja contrate el servicio de cable que recién acaba de entrar al fraccionamiento, que además de tele ofrece teléfono e internet, y muchas estaciones de radio, todo de buena calidad y mejor que la "señal abierta". Le digo que no porque esa empresa destruyó el pavimento de las calles y las reparó de manera deficiente, ahora hay zanjas por doquier igual que su programación, llena de violencia.

Ella dice que yo exagero. Yo digo que ella también. ¿A poco no ve usted la tele? Pregunta, malévola. Le digo que sí, que contraté un puñado de canales (películas, caricaturas y  deportes). Hay canales que están dentro de ese puñado pero que no veo ni de broma. Claro, responde, así son los que se creen intelectuales y se burlan de quienes sí ven televisión sin prejuicios, para divertirse sanamente. Le digo que se equivoca, no soy un intelectual, y eso de divertirse sanamente es discutible. Sin embargo le digo que respeto la preferencia de cada quien, y que dentro de su casa puede hacer de su tele un tótem, que igual lo respeto. Con tal, se vive solamente una vez y uno decide cómo desperdiciar su tiempo de vida.

Ella se me queda viendo y me reta a que escriba sobre la televisión de paga; por ejemplo, sobre History Channel, a ver si es cierto que está llena de violencia. Yo le digo que quizá lo haga, pero que antes debo terminar de escribir una historia, un libro que leo, y un curso. Ella se ríe con algo más parecido a una mueca, y se despide antes de desaparecer por la puerta del oxxo, triunfante.

Estoy solo en casa, listo para terminar mis pendientes, entonces decido encender el televisor y buscar el dichoso canal "H". Cual si fuera magia aparece "historias de guerra". Carajo, me digo, ¿cómo le haría mi vecina para defender esta primera evidencia? Una mujer japonesa, diminuta, relata los horrores vividos como enfermera en los hoyos cavados por los nipones, para defenderse de la invasión gringa. Recuerda a los soldados japoneses matando a sus compañeros sobrevivientes, y después a los gringos salvarla y darle de beber agua. El conductor del programa se conmueve...sí, el conductor es gringo… y el programa también. Apago el televisor decidido a terminar de escribir, pero esa pequeña muestra me tiene distraído. Buscó la programación del dichoso canal "hache", y me encuentro estas linduras. 

EE. UU., PROFECÍAS, OVNIS, EXTRATERRESTRES, GUERRA, ARMAS, FANTASMAS, BATALLAS, CALÍGULA, TERROR, CAZADORES, MOMIAS, JESÚS, EL SEXO, CONSPIRACIÓN, NAZI,  CRUCIFIXIÓN, DESAPARECIDOS, NOSTRADAMUS, HITLER, HOLOCAUSTO, INGENIERÍA DEL MAL, EL TERCER REICH, ENGAÑOS, ENIGMAS, ESPIRITUS, FRANCOTIRADOR, MORTAL, ESTAFAS, GUERREROS, HUMANIDAD, IRONIAS, PERDIDOS, LA BESTIA, LA BIBLIA PROHIBIDA, LA IGLESIA OCULTA, HISTORIA NO CONTADA DE MÉXICO, LA TIERRA SIN HUMANOS, PECADOS, MARCADOS, MORTUORIAS, MEGA DESASTRES, MIEDO, OSCURIDAD, MILAGRO, MUNDO JURASICO, MUNDOS PERDIDOS, PATTON 360, PEARL HARBOR, PLANETA ASESINO, POLÍTICAMENTE INCORRECTOS, DIOS, AUGE Y CAÍDA, SAMURAI, SANGRE Y GLORIA, GUERRA CIVIL, SECRETOS, MEDIEVAL, VIETNAM, ¿CUÁNTA GENTE HACE FALTA? ¿PODRÍAS SOBREVIVIR AL FIN DEL MUNDO?, EL FINAL

En resúmen, un canal que cuenta historias donde no solo abunda la violencia, sino el miedo, la angustia, la destrucción, la parálisis, los prejuicios. Programas con una narrativa que nos orilla a la depresión si no estamos blindados con las narrativas propias, las originarias, las escuchadas en la casa, en el barrio y en la escuela. De ahí la importancia de la narrativa como medio de orientación de niños y jóvenes. 

Escribo hasta terminar el pendiente y salgo a la calle a comprar verduras. Afuera la ciudad ruge al ritmo de la música estridente aunado al claxon de las motos y los autos. Un avión cruza el cielo rumbo al aeropuerto. Está comenzando la furia de abril y el calor consume cualquier humedad...son las vacaciones de semana santa… días de guardar… allá, en la lejanía, el  esquema de lo que realmente quiere el tío Sam se ejecuta por enésima vez… la maquinaria de la guerra vuelve avasallante, ridícula… predecible.

lunes, 3 de abril de 2017

Qué será

Recuerdo aquella incertidumbre cuando llegué al Colegio. Cursaba el penúltimo semestre de una licenciatura universitaria, más lleno de vicios que de académia, y quizá eso me hacía el menos indicado para ingresar al cuerpo docente de un colegio femenino. Mi experiencia con el manejo de grupos era de gran ayuda. Antes había trabajado en una escuela donde asistían jóvenes rechazados de otras instituciones, casi delincuentes juveniles, quienes te ofrecían costales de madrazos si los reprobabas o los acusabas con los directivos. Visto así, ahora me hallaba en un palacio. Este colegio era la gloria, dirigido y administrado misioneras.

Sentado en la sala de espera, observaba una pieza de tamaño considerable con la inconfundible fisonomía de Jesús, crucificado, que adornaba la sala. Cuanta consternación había en esa pieza. Dolor, sangre y brutalidad sin medida, que alguna vez oí decir era por culpa nuestra... mía... del mundo; de los pecados universales. ¡Carajo!

Apareció frente a mi una mujer joven, de piel blanca, rostro oval y sonrojadas mejillas. Los ojos color verde eran de una ternura bárbara. De inmediato me cautivaron. Bajo el tradicional hábito azul se adivinaba un cuerpo curvilíneo, casi un ángel. Sus labios de un rojo grana apenas se movieron para decir:

-La Madre Superior le espera, haga el favor de pasar a la dirección.
-Sí... gracias... ¿Su nombre es... ? –pregunté, alelado-
-Soy la hermana Pura ¿Y el suyo?
-Dante... Dante Cienfuegos.

Dio media vuelta al tiempo que hacía un ademán para que le siguiera hasta la oficina de la madre superiora. Juro que la vi flotar. Era definitivo; me había topado con un ángel.

La entrevista con la Madre Superiora se evade de mi mente. Lo cierto es que al siguiente día ya era un flamante profesor de bachillerato, según constaba en el contrato laboral, no sin salvar un pequeño escollo:

-Antes de que firme –me detuvo la "hermana Juanita", administradora –quiero preguntarle algo muy importante... ¿Es usted católico?

¡En la monja! Digo, ¡En la madre! Me sentí descubierto; sin embargo años de pecados me permitieron salvar ese trance:

-Por supuesto. Si no se me nota es porque la cara no me ayuda, pero de eso no hay duda. Bautizado y todo.
-Le creo, sin embargo quisiera preguntarle una indiscreción... ¿Quién decidió ponerle por nombre Dante? ¿Su madre o su padre?
-Mi padre –contesté sin más explicaciones- ¿Puedo firmar el contrato?

Al aceptar mi falso catolicismo sentí como el espíritu del “Che” me abandonaba. Me sentí un traidor.

Siguieron meses difíciles luchando contra los programas de la Secretaría de Educación, los libros de Preparatoria Abierta y mis instintos más primitivos; los propios de un hombre de 23 años. A pesar de haber mujeres jóvenes y bonitas, para mí no había nadie más que la angelical hermana Pura. Aparecía en mis sueños más profundos, con trajes de moda, sin el hábito de la congregación. Luego no sólo la veía en sueños sino también despierto. Me imaginaba besando sus labios color grana, pero cuando quería abrazarla algo me desconectaba, sin poder controlarlo. ¿Freno moral? ¿Algún agente divino? ¿El “Che” en venganza? ¿Las fuerzas oscuras del Neoliberalismo?

Una noche en el transcurso del retiro espiritual en turno, velando la fogata y el sueño de las alumnas, me animé a disipar una duda que varios colegas y yo queríamos resolver. Estaba blindado contra pudores innecesarios para preguntar... lo necesitaba. Después de disertar sobre el “dogma de fe”, la posición individual del trance histórico entre Barrabás y Jesús, y de si era mejor salvar cuerpos que almas, dí el golpe de mano:

-Hermana Pura, la teoría de la evolución no es broma. Los instintos son eso; instintos, y estoy seguro de que la selección natural de las especies aplica por igual, sin distinción de creencias religiosas. No sé si me explico.
-¿Y ahora de qué hablas? Y no, no te explicas.
-Mi duda es esta. Usted es mujer y como todo ser vivo tiene sus etapas, sus necesidades... sus afectos...
-Ya, hombre bendito, dime qué es lo que te acongoja.
-Bien... Ahí le voy... ¿No siente usted deseos sexuales? Digo, ese gusto femenino por el sexo opuesto... mariposas en el estómago cuando ve a un hombre apuesto... alguna fantasía... usted sabe; deseo carnal.
-¡Claro que si! pero cuando eso sucede se lo dedico a mi “esposo” en oraciones.
-¿Cómo es eso? ¿No que usted es soltera? ¿Acaso ya se puede ser monja y estar casada? –pregunté sin disimular mi asombro- No entiendo.
-Te explico de la manera más simple. Cuando uno decide tomar el camino de la fe en Cristo, lo hace en dos etapas. Primero asistes a una especie de vocacional, donde te preparas y pones a prueba tu fe y, si en un momento dado decides no seguir, no sucede nada; te alejas y ya.
-¿Cómo Paula y Norma, que visten sólo camisa blanca y falda azul? Vendrían a ser algo así como “proto monjas” ¿Cierto?
-¡Dios mío! ¡Qué cosa! Se les llama novicias... no eso que dices, en fin. Si después de un tiempo estas convencida de que tu destino es vivir una vida religiosa, entonces tomas los votos definitivos y te “casas” con Jesús. Y eso se hace en una ceremonia muy solemne. Decidimos entregarnos en cuerpo y alma a Jesús. Ahora bien, cuando sucede lo que preguntas sobre los deseos carnales, mis pensamientos inmediatamente se remiten a él, se los brindo. No hay más.
-¿Los votos son de castidad?
-¡Pues si, señor! ¿De cuales creías? ¿Boletas electorales? ¡Ay, Dante, en el nombre llevas la penitencia! No hay urnas ni partidos de colores, mucho menos "candidatos" ni fraudes electorales. Ahí hay un único candidato y ese es Jesús.

La fogata agonizaba. Coloqué más leña y aticé el fuego. Ya casi amanecía y la hermana Pura comenzó los preparativos para el respectivo café, mientras las otras hermanas se levantaban para organizar el desayuno y la jornada religiosa matutina, que básicamente consistía en... ¡encontrarse con Jesús! Uta, eso era lo que yo quería, encontrarlo para recriminarle lo que ahora notaba, que el término “chuchería” era por él, un consumado mujeriego. El sistema de reclutamiento era digno de análisis, primero “novias” y después “esposas”. ¡Al carajo!

-¿En qué piensas, Dante? –me preguntó la Hermana Inés-
-En lo que me contó la Hermana Pura, que ustedes están casadas con Jesús.
-Claro, es cierto. ¿Y qué piensas? ¿Alguna duda que tengas? Puedo ayudarte a resolverla.
-Gracias pero no, estoy bien. Confundido pero bien. Voy a levantar las casas de campaña, que se hace tarde. Con su permiso.

Me alejé antes de saber alguna otra barbaridad, ¿Luego me saldrían con la historia de que los curas se casan con la virgen María? Después me enteré de que se casan con Jesús.

lunes, 27 de marzo de 2017

No todo es lo que parece


Dicen que cada uno de nosotros tiene siete gemelos dispersos por el mundo… por el continente… por el país… o por la ciudad, vaya usted a saber. Sucede entonces que igual y pueden llegar a confundirlo con alguno de ellos, para bien o para mal. No sé si sea mi caso, pero me han sucedido varias situaciones dignas de compartirles.

En una ocasión, bebiendo café americano y comiendo bisquets en la ciudad de México, en la famosa cafetería La Blanca, dos tipos con elegantes trajes oscuros me abordaron, me dieron un par de palmadas en el lomo y me preguntaron qué hacía ahí, tan solo. Yo contesté que estaba bebiendo un café y comiendo pan, como buen chiapaneco. Ellos, en silencio se me quedaron viendo, luego se vieron entre ellos, y después dijeron: no es “él”, además está más alto, y “él” es más bajo de estatura. Yo, con restos de pan en la boca, pregunté: ¿quién es “él”? Te pareces mucho a “él”, y ya se nos hacía extraño que estuviera “él” acá, porque debe estar en Toluca. Ajá, contesté, le di un trago a mi café “de altura”, e insistí: ¿quién es “él”? Martí Batres, contestó el otro. ¿Yo parecido a Martí Batres?... ¿Martí Batres parecido a Yo? ¡Ah, burro!

En otra ocasión, esperando a que la directora de un colegio dirigido por monjas me recibiera, llegó un indígena de aspecto humilde, facciones duras y ojos tristes. Me miraba sin parpadear. Yo, algo incómodo, saqué un libro de mi portafolio y me puse a leer. Aun así él me seguía viendo, lo sentía. Era una mirada penetrante, pesada. No sé por cuánto tiempo me miró. Para mi alivio apareció una de las religiosas y él corrió a postrarse delante de ella, a suplicarle que por favor fueran a su casa, que no vivía tan lejos. Se lo imploraba y eso era tan verdadero, tan dramático, que me conmovió. La monja le habló duramente, casi regañándolo, y le pidió volviera a sentarse en la banca, que ya le iban a atender.

Luego la religiosa se dio la vuelta y me dijo: “La madre superiora lo espera”. Me levanté, y casi de inmediato el indígena se abalanzó sobre mis piernas, las abrazó y me dijo: “Padrecito, ves a mi casa, te lo pido por el amor de dios… mi señora está tendida y no puedo ir enterrarla hasta que des la bendición”. Sentí una descarga eléctrica viajar desde las piernas hasta mi nuca. La monja casi arrancó a aquel hombre de mis piernas. Yo estaba mudo, no supe qué hacer ni qué decir… cada vez que recuerdo esto recuerdo también la mirada de aquel hombre, implorante. Salve aclarar que yo ni religiosos soy, le voy a Los Pumas, y en esa ocasión visitaba el colegio para solicitar empleo allá, en San Cristóbal de Las Casas. Esa mañana me había bañado, rasurado, peluqueado, vestido de manera formal, con un suéter de cuello de tortuga, de color negro. La monja me dijo que me parecía mucho a un misionero camboyano que se encontraba haciendo trabajo comunitario con indígenas, y que me parecía mucho a él.

Pero no todo ha sido tan dramático, ha tenido sus partes chuscas. La última la viví el viernes pasado, cuando se me ocurrió ponerme una máscara de Blue Demon para asistir a una charla con chicos de secundaria. La situación se fue acomodando para que las circunstancias de mi traslado fueran especiales. La persona que iba por mí derramó medio bote de agua en el asiento delantero, lo que obligó a sentarme en el asiento de atrás. En el primer semáforo una mujer que viajaba de copiloto en una camioneta se volteó a verme, de a poco se fue interesando más en el enmascarado (yo), y yo, por un extraño impulso levanté la mano para saludarla. Ella, emocionada, me devolvió el saludo, luego codeó al piloto que no alcanzó a verme porque el semáforo estaba en verde. Fue hasta el siguiente semáforo cuando nos alcanzó y me saludó. Del otro lado del coche donde yo viajaba, me saludó también un taxista. Durante el trayecto con una dama como chofer de Blue Demon, sentado atrás, en un carro grande, igual de aparatoso que los grandes coches sesenteros, característico accesorio de luchadores famosos como El Santo… o como Blue Demon, me la pasé saludando durante toda la ruta, a diestra y siniestra... peor que reina de feria.

¿Y cómo se relaciona esta última historia con los siete gemelos que cada uno tiene en el planeta Tierra? Con nada, definitivamente, pero quería contarles cómo me paso la vida así, tan callando.

lunes, 20 de marzo de 2017

Aprender a aprender...o a pensar… o qué pictes


Estará usted de acuerdo que desde la niñez uno aprende antes de saber que aprende. Ha sido así desde que la humanidad hizo su aparición hace varios millones de años. En la actualidad, las tecnologías de la información y de la comunicación que tanto se ponderaron a finales del siglo XX, han evolucionado en su concepción hasta convertirse en tecnologías para el aprendizaje y el conocimiento.

El siglo pasado Isaac Asimov declaraba que la tecnología no solo acercaba la información y mejoraba la comunicación global, sino que era el gran maestro del futuro. Imagine recibir clases de música con Mozart, o de pintura con Leonardo Da Vinci, o física con Einstein, o literatura con Edgar Allan Poe. ¿Una locura? No, la tecnología lo hace posible.

Aprender a pensar, entonces, no es una novedad, aunque para el nuevo modelo educativo de nuestro país sí que lo es. Hasta antes de esta reforma, el desarrollo de las habilidades del pensamiento en los alumnos de preescolar, primaria, secundaria y preparatoria, se encuentran basadas en las “competencias” que permitan identificar, seleccionar, coordinar y movilizar de manera articulada e interrelacionada un conjunto de saberes diversos en el marco de una situación educativa en un contexto específico.

(fuente, http://www.dgespe.sep.gob.mx/reforma_curricular/planes/lepri/plan_de_estudios/enfoque_centrado_competencias)

Para nuestro pesar, esto no sucede en la realidad, al menos no en la mayoría de las escuelas públicas del país.

El Instituto Fray Víctor María Flores fue de los pocos que se animaron a enseñar esta materia en primaria, secundaria y preparatoria, aun cuando otras escuelas (y me atrevo a decir un alto porcentaje de maestros), la consideraban algo menor, y hasta ociosa.

El día lunes 13 de marzo el gobierno federal, la secretaría de educación y el sector empresarial, anunciaron el nuevo modelo educativo para México, diciendo que ya no habrá más niños memorizando datos “sin sentido”, sino que ahora se enseñará a “aprender a pensar”, porque se hace necesario… porque de no hacerlo sería “inmoral”.

Treinta y tantos años después se lanza esta magna reforma, que para el grueso de la población resultará novedosa, aunque para otros será hasta tardía. ¿Qué se necesita para tomar en serio la educación en México? Porque “Aprender a pensar” (aprender a ser, aprender a hacer y aprender a aprender) ha estado como asignatura desde hace mucho.

Tuve la fortuna de impartir clases en la escuela normal superior del estado de Chiapas, a finales del siglo pasado, donde (por ejemplo) se tenía a los silogismos como uno de los temas de estudio para los aspirantes a maestro. ¿Y qué es eso? Un razonamiento deductivo. Les comparto una muestra básica que contiene dos premisas y una conclusión:

Todas las manzanas son frutas (premisa uno)

Todas las frutas contienen vitaminas (premisa dos)

∴ Todas las manzanas contienen vitaminas (conclusión)


Sencillo, ¿verdad?

El programa de la escuela en ese entonces, enseñaba a construir las aseveraciones con las palabras TODO (A) (S) y NINGUNO (A) (S), y enseñaba también que existían silogismos verdaderos o falsos. En el ejemplo anterior es verdad que todas las manzanas son frutas, como es verdad que todas las frutas contienen vitaminas; por lo tanto la conclusión es igual de verdadera (VVV).

Pero dichos silogismos estaban incompletos. Hice el intento por explicar a mis colegas que debíamos de trabajar el resto de las aseveraciones. Les expuse lo que faltaba y entonces respondieron: “No hay tiempo”... “Hay que seguir el plan”.

Faltaban las palabras ALGUNO (A) (S) y NO TODO (A) (S), además de aseveraciones verdaderas con conclusiones falsas (VVF), o aseveraciones falsas con conclusiones verdaderas (FFV), o mejor aún, aseveraciones FFF, FVV, VFF, VFV, FVF. Aparenta ser un tremendo lío, aunque la verdad no lo es tanto. Los silogismos son solo el 1 % del universo de razonamientos propuestos en el proyecto de Aprender a Pensar, y son escalables en gradientes cada vez más complejos.

Las analogías eran otra de las oportunidades con las que se contaba para trabajar comparaciones a través de metáforas, con el propósito de hacer comprensible algún conocimiento, que por su dimensión o extrañeza, era complicado de asimilar. Así tenemos que, para explicar a los niños de primaria por qué “Leonor es la cabeza de la compañía”, se recurre a la siguiente analogía:
Cabeza : cuerpo :: presidente : compañía.

La cabeza es la que dirige al cuerpo, la que controla, la que ordena, la que manda, así como el presidente hace lo propio con una empresa. En fin, creo que me estoy extraviando de lo que quería compartirles.

Volviendo al tema, dice la primera de las innovaciones del nuevo modelo educativo: “Primero los niños”, luego el antes: “La forma de enseñar consistía en memorizar, era repetitiva y no se enfocaba en el aprendizaje de los niños”. Y cuando lees el ahora, esperas encontrar algo consecuente… pero… : “El fin último es una educación de calidad con equidad donde los aprendizajes y la formación de niñas, niños y jóvenes están al centro de todos los esfuerzos educativos”

 (fuente: https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/199455/INNOVACIONES.pdf).

Resulta que el antes y el ahora de esta primera innovación, son dos perfectas desconocidas. Las demás innovaciones amagan con vincularse de manera consecuente, pero también tienen sus detalles. En lo particular me centro en la primera porque al menos coincido en algo: LOS NIÑOS SON PRIMERO.

Por último, se corre el riesgo de satanizar la memorización, igual de importante que los otros procesos mentales. Si eso sucede, será el éxito de otro fracaso. Les dejo el esquema que sintetiza las innovaciones de donde tomé el ejemplo último, para que haga usted su propio análisis, y con chance hasta aprenda a pensar.

lunes, 13 de marzo de 2017

¿Intenso o clásico?...


... pregunta la morenaza sin quitar la vista de la pantalla. Dudo unos segundos, adormilado. La morena pregunta de nuevo, pero ahora mirándome con seriedad.  ¿Qué contestarle a una chica de veintitantos años, en día lunes y a la hora prima?… ¿Intenso?... Sí, quizá mucho más cuando tenía su edad, nada extraordinario o sobrenatural, más bien fuerte, vehemente, agudo, apasionado... penetrante. A los veintitantos años volaba, era yo un todo terreno. No estaba enterado de mi astigmatismo y miopía, menos de ser el feliz poseedor de un par de pies planos (piso parejo, lo acepto…¿y?) que tanto ofendieron al militar encargado de los nuevos reclutas para el servicio militar nacional. Porque según lo dicho por ese soldado, mis pies eran inútiles para servir a la patria.

Él ignoraba que yo poseía (y aún poseo) dos pies planos con mucha flexibilidad en las articulaciones, lo que me permitía correr los cien metros planos en diez segundos, jugar futbol, basquet, voley, fucho americano; caminar desde mi casa hasta el Estadio Zoque, entrenar y después volver caminando la misma ruta. ¿Era yo intenso? ¡Abuelita de Batman! ¿A la patria le basta con soldados de arco plantar normales? Lo dudo.

Era yo un todo terreno, no miento, incluso muchas veces realicé mis rutinas plantares crudo, medio crudo o bolo, aumentando el grado de dificultad considerablemente. Es más, en una ocasión caminé desde Plan Chiapas hasta Terán, haciéndome acreedor al segundo lugar de la ruta IronBoloMan, porque mi carnalito Fede se quedó con el primero, al caminar más de trece kilómetros (un kilómetro más que yo) hasta San Jochis. Acá usted dirá: “¡Ay sí, ay sí, esa distancia la camina cualquiera!”. El caso fue que ambos recorrimos esa distancia con botas de tacón cubano, pasando de la bolera a la cruda en directo y sin escalas. ¡A ver, maten esa!

Ahora bien, la otra pregunta seguía en el aire: ¿Clásico?... Quizá. No grecorromano pero sí tradicional, armonioso, equilibrado... académico. A mis cuarenta y tantos no me considero ni joven ni viejo, sino experto. ¿Experto en qué?, se preguntará usted, y esto es algo de verdad difícil de explicar. Lo diré llanamente: Soy experto donde antes era inexperto, punto. Si debo de usar alguna analogía, diría me sucede lo que a Neo en Matrix. De a poco cierro los ojos y comienzo a ver. Me tapo los oídos y comienzo a escuchar. Cierro la boca y hablo (y me escuchan). Y si me pregunta usted si esquivo las balas que me disparan, le respondo que sí; y a veces hasta las detengo por completo, y las hago caer cual cacahuates piñateros. Es la verdad... digo... qué gano con mentir. Acá mi amigo, compadre y doctor Harrison dirá que solo me hago pendejo, y así qué chiste. Usted puede pensar lo mismo, pero si lo analiza unos minutos verá que no es algo baladí.*

“El siguiente por favor”, escucho decir a la morenaza, encabronada. Pero yo qué puedo hacer, si estoy en una pinche disyuntiva canija que me tiene agarrotado. Quiero decirle “intenso” porque aún lo soy, pero también “clásico”, aunque ni lo uno ni lo otro le importa a la joven cajera, porque se refiere al café, bebida por cierto bastante chafa, que me hizo merecedor de una crítica aguda por parte de mi estimada Aurora Oliva. No tengo más argumento que el de despertarme en minutos, además de poner mi presión arterial en niveles catastróficos para un corazón promedio y ordinario, pero no para un corazón como el mío, intensamente clásico, o clásicamente intenso (le acabé confesando a Aurora que tal vez me acostumbré al pipí de esa tienda, porque en otras de la misma franquicia el café no sabe igual).

No tuve otra opción que caminar hasta el último lugar de la fila mientras le dada sorbos al café para reactivarme. Con la cafeína inundando mi torrente sanguíneo pensé que, de haber bebido antes unos cuantos tragos, habría resuelto ese dilema con clase, con experiencia, y con un nivel de intensidad casi olímpica… de verdad… ¿qué gano con mentir?




*Baladí: ¡Uta malle, me la jalé! ¡No usaba esta palabra desde hace mucho! (no confundir con Bacardí) ¡Estoy intenso! Consultaré con algún influencer o millennials, o con algún dreamer; o ya de perdis con la  redacción del Carruaje Web, para ver si no estoy usando una palabra que igual y hasta es posmo: “El sujeto clásico e intenso, es una deconstrucción baladí de metanarrativas transhistóricas”. ¡Ora perro!

miércoles, 15 de febrero de 2017

Que si el feisbuc...que si lo otro...


Mi experiencia con los medios electrónicos no son tan lejanas… o quizá sí. A mediados de los noventa (de un siglo que ya no existe) me inscribí en el área de auto acceso de la Biblioteca Central Universitaria. Las máquinas eran IBM, pantalla oscura, caracteres en color naranja y sistema operativo “eme ese dos”. No me fue bien en ese tiempo, porque debía ingresar comandos que olvidaba de manera regular.

En la Facultad de Humanidades se creó una sala de cómputo con máquinas del mismo tipo, a donde íbamos para capacitarnos en el manejo del mentado “eme ese dos”, y de paso realizar alguna que otra tarea. Pero un hombre antiguo como yo prefería la máquina mecánica de la biblioteca (Olympia), un verdadero armatoste.

Cargaba discos de “tres y medio” donde guardaba mis textos. ¿Y por qué, si prefería las viejas máquinas de escribir? Sencillo, porque así practicaba en clase de cómputo. Primero escribía a mano, luego en la máquina mecánica, y por último en la computadora. Después el querido Armando Altamira nos animó a escribir e imprimir una revista que llevó por título “In-Tentaciones”. Circularon varios ejemplares que se imprimían en un lado, se armaban en otro y se distribuían dentro de la facultad. En algún sitio se encuentran esos verdaderos intentos no sólo de mostrar que pudimos usar el “eme ese dos”, sino que publicamos escritos propios.

Cuando Microsoft lanzó Windows, lo que para muchos fue una chingonería, para mí fue un golpe bajo. Debía de aprender otra vez a usar un sistema operativo, así que me refugié de nuevo en los armatostes de la biblioteca, al arrullo de las teclas y la campanilla al final de la línea anunciando el cambio de renglón. Pero la verdad era que no contaba con una computadora en casa “para practicar”, solo mi vieja Olivetti, que me acompañaba desde la secundaria. Fue hasta el año dos mil que adquirí una computadora “ensamblada”, gracias a una tanda.

La manía siguió conmigo: escribir en cuaderno, transcribir en la Olimpia / Olivetti y después en la computadora. A la inversa habría sido interesante. ¿Y para qué tenía una computadora? Para “chatear” en el LatinChat, y para jugar ajedrez. También para jugar cartas, buscaminas y dibujar en “pintura de poder”. Pronto el LatinChat se volvió un infierno, ya no se podía “chatear” a gusto. Un amigo me propuso “encontrarnos” en la página del Tigre Toño, donde había un chat que nadie… de verdad, nadie usaba. Después vino el messenger de hotmail, donde perdí buena parte de mi vida. Un día noté que cada vez eran menos los amigos conectados en el chat, hasta que uno de ellos me dijo: “La mayoría se está mudando al ‘feisbuc’, primito”. Y sí, también terminé mudándome.

La primera vez que me fui del feisbuc fue por aburrimiento. Emilio me aconsejó entonces refugiarme en el mundo blogger. Fue lo más cercano para dejar la máquina mecánica, y utilizar el internet en algo que yo mismo fuera construyendo. En el feisbuc no se construye nada, al contrario, se destruye, se escandaliza, se ruboriza, se burla, se engaña. Repiten y repiten cosas ajenas y pocas veces aportan algo personal. Buscan publicar lo más “original”, lo “diferente” intentando, imagino, mostrar a los otros que ellos no son del montón...pero lo son. Hay honrosas excepciones, pero es lo menos. Si regresé fue por consejo de un ex jefe, que argumentó la utilidad del mismo para publicitar, por ejemplo, mis blogs. Así lo hice durante tres años.

La segunda vez me fui por amargado. Me cansé de las viudas del feisbuc, y de que Mark Zuckerberg no habilite un botón que diga “me vale &?#(/&%” (ya mandé mi carta). La primer razón es sencilla de explicar, y a su vez explica mi amargura. Imagine muere un destacado personaje, del ámbito que guste. Uno de mis casi dos mil “amiguis” del feis publica la noticia, y comenta la pena y el dolor que siente por la muerte de ese personaje, que lo va a extrañar porque siempre estuvo ligado a él (de alguna manera). Aparece otro de mis “amiguis” y le responde que lamenta mucho “su pérdida”, y le manda sentidos pésames. El aludido contesta “gracias, amigo”, y ¡paf! automáticamente se transforma en la viuda o viudo del personaje. Pues eso terminó de convencerme, y me marché.

Yo soy del montón de los que ya no tiene feisbuc, aunque sí blogs, “tuiter” y correo electrónico. Nada más. Ya alguien me aconsejó “meter” el contenido de los seis blogs en una página; estoy aprendiendo a construir una. Ya no uso máquina mecánica porque la perdí en una guerra, y en las bibliotecas las han cambiado por ordenadores. He logrado escribir en papel y después en computadora.  Y sí, como usted bien lo piensa, soy un amargado...o lo que usted  quiera.

martes, 7 de febrero de 2017

Leer para la vida


A principios del año de 2016 la Universidad Descartes me invitó a un coloquio literario. En su momento le pregunté a Rox cuál era la dinámica. Ella me pidió que hablara sobre Biliyin y sobre mi experiencia con la lectura y la escritura. Luego pregunté si debía llevar cuentos para leer, pero dijo: “No”, que solo con mi presencia era suficiente porque había otros dos invitados, sería cosa de charlar algunos minutos.

Esa tarde llegué a la hora indicada, con un café en la mano y el programa del coloquio en la otra. Entré a la sala que se encontraba casi llena. Localicé a Rox, nos saludamos y señaló el lugar que me correspondía en la mesa. Llegaron los otros dos invitados, conocidos míos, con sendas carpetas y libros. Yo, café en mano, miré a Rox, quien al ver mi cara de tapir acorralado, me dijo: “Tranquilo, tú puedes. Habla de biliyin y de … bla bla blá…”. Apenas la escuchaba, entretenido conmigo mismo, buscando qué decir. Esa tarde libré el compromiso saltando al vacío, y Rox (imagino contenta), profetizó: “El próximo año vendrás de nuevo al coloquio…pero solo”.

A finales del mes de enero del 2017 la profecía comenzó a cumplirse. Cuatro muchachos me citaron para una entrevista por demás divertida. Ahí me entregaron un documento invitándome para el día miércoles ocho de enero a las cinco de la tarde, en la sala Descartes, al coloquio literario 2017. Pregunté a Rox si llevaba algo para leer, pero me dijo: “No”. Ni insistí. Ahora estoy decidido a recorrer el mismo camino del año anterior, ir a la misma cafetería, llegar al lugar indicado para el coloquio, pedir un programa de mano y buscar a Rox. ¿Cábala? Quizá, aunque más bien es una cuestión circular, de reinvención. Salto al vacío.

También para esta oportunidad quisiera hablar un poco sobre Leer y Escribir. Para tal fin realicé la mundialmente desconocida “Encuesta Montañowsky”. Pregunté a varios conocidos y afectos, qué características tiene para ellos una lectora o lector promedio de libros, destacando las siguientes respuestas: su seguridad al hablar, su buena ortografía, buena conversación, observadoras, curiosas, que no temen escribir y que cuentan con una imaginación desbordada, que siempre cargan un libro entre sus cosas, que regalan libros, que se saborean ejemplares en ferias del libro y en librerías, entre otras cosas. ¿Y los que no leen? Todas la anteriores pero en sentido contrario.

En la encuesta me centré en la “lectura de libros”, pero si se tratara de “leer para la vida” ¿Qué características debería tener? Quien haya ideado realizar un viaje hacia el pasado para materializar nuestros recuerdos, hizo algo genial. ¿De qué hablo? De recordar las películas, la música, las revistas, los libros, los programas de televisión y de radio, etcétera, que significaron o significan algo en nuestra vida, y que se han quedado hasta hoy. Recuerdos que nos habitan en mayor o menor medida. En lo personal fue complicado resumir en siete minutos y medio, más de cuarenta años de mis recuerdos. Gracias a la magia de la Internet logré encontrar imágenes que me significaron algo, tantas, que tenía material para una película de más de media hora.

Cada uno debería de hacer el ejercicio de recordar qué revistas leía, qué programas de televisión miraba, qué música escuchaba, qué películas prefería. Quizá hoy elegiría mejor qué cosas ver y escuchar. Quizá fuera más lector y más escritor de lo que es ahora. Y volviendo al tema de leer para la vida, quizá logremos comprender que no existen lectores “tipo” o “modelo”, ni para buscarlos ni para construirlos. La lectura y la escritura suceden a cada instante y de muchas maneras. Por lo tanto, en el ejercicio de buscar lectores en las escuelas (y escritores), se debe de trabajar con rangos más amplios e incluyentes.

Por lo pronto me preparo para levantar los pasos hallados de la edición anterior, café en mano, con la ilusión de saltar al vacío, de compartir con los muchachos del coloquio… Por mejores charlas...

lunes, 30 de enero de 2017

Dedicatoria


No niego la admiración que me provoca conocer el lugar donde un escritor pergeña sus textos, el sitio donde pulen palabras cual si fueran cristales de zafiro. Imagino es por eso que logran alcanzar sus objetivos, trabajando en un espacio donde se rodean de lo necesario y hacen de su obra algo duradero, de calidad, consolidando su quehacer literario hasta el punto de poder decirse, sin pudor alguno, escritores. Hay los otros, los que escriben por no sé qué maldita razón, pero que no tienen un estudio o espacio personalísimo para sentarse a escribir... por ejemplo... Yo. Por esa razón, cuando alguien me pregunta si soy escritor, me invade siempre ese pinche sonrojo que consideraba superado, y que apareció cuando me encontré con Eduardo Casar.

Tuve la fortuna de atender por algunas horas al escritor, viajar con él desde el aeropuerto hasta el hotel, gorrearle la comida y beber una cheve. Durante ese tiempo la charla fue miscelanea, hasta que tuve la idea de obsequiarle un libro mío. “Eres escritor”, me dijo. Yo, que creí haber sanado ese rubor tan jodido, le contesté desde el inconsciente: “medio escritor”. La respuesta no se hizo esperar: “¡No mames!”. Reaccioné y dije “Sí, soy escritor”. Me dijo que qué bueno que le daba algo para leer, porque solo había estado leyendo poesía durante el viaje, y quería leer algo distinto. Yo sonreí, le entregué el libro, lo hojeó, leyó la contraportada y después lo guardo. Algo en mí sintió alivio, quizá el haber realizado lo que pensé, o alguna otra cosa más oscura que ahora mismo no acabo de descubrir.

No escribí la dedicatoria que la tradición obliga porque no me lo pidió. Acá debo aclarar que no es mamonería, obedece a una experiencia que Marco Aurelio Carballo vivió años atrás. Me contó de cuando andaba en una feria internacional del libro, curioseando en los puestos de libros usados a un costado de Palacio de Minería. “Nunca se sabe qué joyas se pueden hallar”, acotó MAC. En esas estaba, cuando descubrió entre los libros la portada de su novela “Muñequita de barrio”, editado por el Fondo de Cultura Económica. Levantó el ejemplar, dio vuelta a la solapa para encontrarse con una dedicatoria hecha por él, hacia algún tiempo. Eran palabras sinceras para un amigo y paisano. MAC aceptó que en ese momento su ego sufrió una leve pero maciza abolladura, porque a quien se lo dedicó se presumía gran amigo del escritor. “Cuánto pide”, preguntó el tapachulteco. “Veinte pesos”. Pagó el precio, luego decidió ir en busca del gran amigo y paisano. Lo halló. Se abrazaron y saludaron como solo dos paisanos y amigos saben hacerlo. Después, y sin más preámbulo, el narrador y periodista sacó la novela comprada, y le dijo: “Mira lo que me acabo de hallar... el libro que te dediqué”.

El amigo y paisano, con la sorpresa encaramada en el lomo cual mono saraguato, se dijo extrañado. MAC, con la ventaja de su lado, agregó: “De seguro algún hijo de su chingada madre lo robó de tu biblioteca... o la señora del aseo decidió sacarlo a la basura… o peor aún, tu mujer lo botó porque soy una mala influencia”. El amigo y paisano aseguró que el ejemplar se encontraba en su biblioteca, que desconocía cómo había salido de ahí. “Lo acabo de hallar en una venta de libros viejos”. El otro seguía con la misma cantaleta. Sin más, y porque tenía que regresar a la feria del libro, MAC remató: “Pero no te preocupes, ahora mismo te lo vuelvo a dedicar con una posdata especial, para que ningún cabrón lo vuelva a expulsar de tu librero”. Acto seguido garabateó la segunda dedicatoria debajo de la primera (imagino fueron palabras malditas, igual a los conjuros de las tumbas egipcias), y se marchó, con la promesa de rasparse el hígado con unos lingotazos de ron, una tarde cualquiera.

Esa historia se me quedó grabada en la sesera. Entonces decidí, para evitar a los amigos y familiares; paisanos y no paisanos, alguna situación similar, no dedicar los ejemplares que regalo (a menos que me lo pidan, por supuesto). Así les evito el compromiso de tener un libro de mi autoría en sus casas. Les doy la posibilidad de sacarlo a la basura sin remordimiento alguno, o peor aún, hacerle la maldad a otra persona y regalarle el libro, para que pierda su tiempo como lo perdió él o ella. En el mejor de los casos, tener un final útil en algún baño público o privado, o servir de combustible cuando se requiera. Ya encarrerado, aprovecho para decirle a quien tenga algún ejemplar de mi autoría (dedicado o no), y quiera deshacerse de él de manera creativa, lo use para elaborar piñatas. Solo un favor, que sea una piñata tradicional mexicana, nada de personajes políticos ni de la televisión.

Gracias.

martes, 24 de enero de 2017

Óscar Oliva, la realidad cruzada de rayos


Prólogo

A fuerza de presente, a fuerza de futuro,
he alcanzado el futuro pensado años atrás,
haciéndolo presente para volver a pensar el futuro,
volviendo a empezar, para decir, para abrazar,
en la realidad cruzada de rayos,
con la boca a norte, con los oídos a oeste,
con el olfato a este, con el tacto a sur,
para ser derrotado, para empezar a luchar,
en este y otro futuro más castigado que el presente,
con la poesía que he amado, que he visto,
que olí y oí, que toqué y gusté,
a fuerza de no haber alcanzado nada.
¿Oyes nacer el trueno del derrumbe?

Tal vez usted no lo sepa, querido poeta, pero lo conozco desde aquellos encuentros de escritores chiapanecos, organizados por la Universidad Autónoma de Chiapas, a donde asistíamos y llenábamos la sala de cabildo del municipio, o el auditorio de palacio de gobierno... o el espacio que fuera, y después las cantinas para beber de nuevo de las palabras dichas entre los escritores maduros y los jóvenes, quienes aguerridos buscaban estar a la altura de las circunstancias. Lo recuerdo porque su voz me parecía tan cercana, sin pretensiones grandilocuentes. Su poesía estuvo (y está) siempre conmigo, al lado de otros chiapanecos igual de cercanos, que no se callaron ni se callan las palabras incómodas.

Le cuento también que a mediados de los noventa de un siglo que ya no existe, asistí al edifico Maciel, donde se presentaría Trabajo Ilegal (Ed. Papeles Privados) editado por Mario del Valle. En esos años no sabía a dónde me llevaría la vida, trabaja en un taller de herrería y estudiaba letras, tenía un salario bajo pero en esa ocasión contaba con el dinero justo para comprar el libro… y lo compré. Después no tuve el valor para acercarme a pedir su autógrafo. Sentí que acercarme a usted era como acercarse al fuego. Juro que no exagero.

La vida me llevó después por distintos trabajos, pero nunca dejé de lado los libros. Leía por igual a autores chiapanecos que nacionales y extranjeros. Fui jardinero, soldador, guarura, pintor de señales viales, cantante de bar, niñero, estibador, vendedor de ropa, fotógrafo a destajo, mesero, candil de la calle y soplador de vidrio, además de encantador de serpientes, hasta que un día llegué a Coneculta.

Más de un lustro tardé en volver a encontrarlo, pero ahora dirigiendo la cultura del estado. Un buen día me enteré de que tendríamos una reunión para acordar con usted algunas actividades. Era la oportunidad para pedir el autógrafo postergado por años. Me asaltaron las dudas. ¿En qué momento se lo pediría? ¿Sería apropiado hacerlo? ¿Y si no tenía otra oportunidad? Metí el libro en la mochila y me fui a dormir.

A la mañana siguiente estaba frente al poeta leído en la Facultad años atrás. Se trataron los temas de rigor, y cuando nos despedíamos saqué el libro comprado aquel día en el edificio Maciel, y le dije, palabras más palabras menos, “Usted es más poeta que burócrata”. Sonrió y generoso me firmó el libro. Tuvimos una breve plática, y yo salí con la sonrisa igual a un paisaje.

No siempre se tiene la fortuna de conocer a quien se admira. He sido alguien con suerte, alguien a quien la vida le ha llevado por donde ha querido, y no tengo queja. El mundo de los libros también ha sido generoso conmigo. No soy poeta pero leo poesía. No niego a los escritores que admiro, ni digo "¿Fulanito de tal? Ya lo superamos”. Yo me dejo llevar como se dejan llevar las estrellas, nebulosas y planetas que habitan el mar del universo.

Feliz aniversario, querido maestro Óscar Oliva, y gracias por tanta poesía.