lunes, 29 de enero de 2018

Mujer de magia negra


Deambulo por las frías calles de San Cristóbal de Las Casas. Busco ámbar, debo confiar en mi instinto, así que me esfuerzo en "sentir" el llamado de esa voz antigua. ¿Y para qué quiero el ámbar? Para poner la primera barrera contra un inminente amarre vaticinado por una bruja blanca.

"Ten cuidado, es magia negra", me advirtió.

Dice que es el despropósito de una mujer a la que este gordo achacoso le llena el ojo. Varios amigos bien intencionados me han atiborrado el guasap con recetas, conjuros, y contraconjuros, modernos nigromantes que se asustan por mí, y hasta me compadecen. Desde aquella noche de la videncia tengo una sonrisa de oreja a oreja en la jeta. ¿Y por qué tan risueño?, me cuestionan. Entonces le cuento a quienes me preguntan... y también a quienes no lo hacen. Al vendedor de agua, a mis amigos, vecinos, a compañeros profesores en medio de una charla sobre lectura y lectores, al taxista, a mi corazón eterno de abril... a quien se deje. ¿Por qué lo hago? Porque al hacerlo de todos se vuelve de nadie, igual que un incendio, que nunca tiene dueño.

También me dijo que muchos son los que me envidian, de manera particular dos hombres a quienes, de pilón, no les simpatizo.

"¡Cuídate del hombre de edad madura!"

¿Envidia? Lo pienso y repienso y no encuentro algo digno de tal pecado. Me desprendo de mí mismo, me miro y tampoco hallo algo merecedor de tal tirria. Soy feo, calvo, obeso, miope y astigmático. No tengo auto ni joyas, ni tarjetas de crédito bancarias o departamentales. Visto lo que me calza, ecléctico. No soy "treidintopic" ni "influencer", menos estrella grupera o ídolo deportivo. Habito una casa que adedudo al Infonavit, en una zona "roja". No tengo pantallas planas, solo dos televisores que pesan una barbaridad, y que suenan igual a un bong asiático cada vez que las enciendo, donde poco a poco van apareciendo las imágenes en tonos que van del verde al violeta, hasta emparejar la paleta de colores que tanta fama les diera el siglo pasado. Mi estufa es ordinaria, y el refrigerador es un cacharro que suena cual si fuera una planta de luz.

Dijo la bruja blanca que soy confiado (¿bobo?... ¿pendejo?) y que le cuento mis planes y proyectos a cualquiera, poniendo en riesgo su realización. Algo de verdad hay en eso, pero... ¿qué planes tengo que otros puedan envidiar, que los anime a un saotaje?... ¿Ser feliz? Lo dudo. Hasta donde veo, ¡todos son felices! Lo anuncian en redes sociales, y lo avalan con fotografías donde aparecen sonrientes. "Selfis" acá, allá y acullá. ¡Qué alegría!

En mi caso, conozco bien el rumbo de mis tristezas, y bien sabido tengo que la felicidad es algo efímero, y que se encuentra en las pequeñas cosas. Mi circunstancia, comparada con los felices las veinticuatro horas del día, no es envidiable.

Lo cierto es que la mayor parte del tiempo estoy ocupado alrededor de mis pocas cosas. Trato de disfrutar el paisaje y a ratos me deprimo y me refugio en otras historias, donde me hago preguntas que de antemano sé no tienen respuesta.

Del total de cartas echadas por la bruja blanca sobre el paño rojo, me quedo con una: la primera, la del Amor Universal. Sí, soy un romántico igual a don Mariano N. Ruiz, quien en su memorable libro Nueva Teoría Cósmica, y su aplicación a las Ciencias Naturales (regalo del entrañable Alejandro Molinari), discrepa con los físicos más renombrados de su época, en el menudo asunto de saber cuál es esa sustancia o materia que evita a los planetas, estrellas, galaxias, nebulosas y demás objetos celestes no colisionen entre sí, caóticos. Materia que hasta el día de hoy radiotelescopios gigantes no logran precisar, así como no lo lograron decenas de científicos brillantes en distintas épocas, pero que don Mariano descubrió. Esa sustancia invisible que mantiene el orden en el Universo... es... El Amor.

Punto.



P.d. ¿Y ustedes qué me recomiendan, para "torear" a esa mujer de magia negra? Sean serios, por favor.

lunes, 22 de enero de 2018

¿Y yo por qué?

No sé si ustedes perciben lo mismo que yo a la hora de escuchar o leer las noticias. No importa el comunicador o el canal, termino siempre con una incomodidad parecida a la culpa. ¿De qué? Del "calentamiento global", de la "contaminación ambiental", de la "inflación", de la "política", de la "economía", y hasta de los "temblores".

Los señores que administran ciudades y naciones nos piden que dejemos de generar basura, de deforestar, de quemar montañas, de usar de manera indiscriminada la energía eléctrica, porque todo eso está derritiendo a los polos, calentando al planeta y provocando que la Tierra tiemble de manera indiscriminada, lo que genera sunamis... y surimis, etcétera.

Las noticias proyectan fotos de fábricas y centrales nucleares emitiendo gases, además de automóviles e incendios. Pienso: "no se compara con el humo de mi anafre (que prendo seis veces al año), cuando aso cebollas, chiles, tomates y carne". De la basura ni qué decir. Esas mismas fábricas producen envases que van a parar, por ejemplo, al Río Grande del Cañon del Sumidero.

Agudos economistas sostienen que se fabrican productos a bajo costo para que casi todos nosotros podamos adquirirlos (?), aumentando así nuestro "poder adquisitivo" (y pensemos que no estamos tan jodidos). Producen plástico por millones para millones y son arrojados a la calle por millones mal educados, inconcientes y obtusos (nosotros), que ejercen su pequeño poder al adquirir un producto barato y chafa (en mi barrio la basura ya es parte del paisaje, arrojada a la calle sin pudor alguno por el poder adquisitivo).

Mi madre reciclaba utensilios y recipientes, entre otras cosas, y los reusaba. Yo aprendí de manera "natural" a hacer lo mismo. En esa época comprar desechables era un lujo. Los recipientes eran de vidrio o metal, casi no había plástico, salvo honrosas excepciones. Por consecuencia la basura era menos. Además, las cosas se usaban hasta quedar "para la basura" (en esa época los pepenadores del barrio nos hubieran odiado, y si lo pienso un poco, antes había cacharreros y ropavejeros; no más), y el humo del fogón no se compara con el humo de una fábrica o de una central nuclear.

De niño usé y reusé muchas cosas, y de esas recuerdo con cariño y furia unos zapatos de nombre PUNK, de calzado CANADA. Eran rústicos, negros, de cuero grueso y agujetas, con la suela (imagino) de orígen extraterrestre, ¡porque no se desgastaba nunca! (si se despegaba, el zapatero lo cosía y voalá, se volvían literalmente eternos). Los usaba igual en fiestas que para un partido de fucho en tierra, grava o pavimento, excursiones a la Cueva del Tigre y en la escuela; es decir, eran los verdaderos "todo terreno", y cuando se descarapelaban se les daba una boleada, y listos de nuevo. Me los compraban un número más grande (o dos) y después de unos años los dejaba, no porque se hubieran acabado, sino porque me apretaban. Esos ejemplares eran entonces heredados a un familiar o vecino, o ropavejero (¿Dónde andarán mis PUNK, despues de casi cuarenta años?).

Lo más pedorro de los PUNK eran sus "túneles" en la suela, siete para ser exactos (¿era por cábala... o magia?... ¿por eso duraban un chingo?), ni los Air Jordan se comparan con esa pinchi tecnología ochentera. Pero lo más chido era su peso, de medio kilo el par (no exagero), y a la hora de ponerte a los chingadazos con quien fuera, si no traía unos PUNK y tú sí, era una ventaja decisiva.

Cuando llegaba a casa y me quitaba los "todo terreno" sentía los pies ligeros. Flotaba sobre mis chanclas "pata de gallo" (calzaleta, obvi). ¿Que si me apestaban las patas? Sí, a quién no se le apestaban despues de años de uso diario y a cualquier hora. No había talco ni jabon que quitara ese olor a PUNK, tan entrañable.

En suma: no es usted ni yo, es "el progreso" quién genera la basura, la contaminación, el calentamiento global, la economía y la política que nos habita (de los temblores no estoy tan seguro). Casi todo es desechable... hasta nosotros. Mi querido maestro Emilio opinaba (en una huelga de recolectores de basura en Tuxtla de los Conejos) que si el problema en la ciudad era la basura amontonada en colonias y barrios, dejáramos entonces de generar basura. ¿Y cómo? Dejando de consumir basura (¡tómala!). Eso ha resultado imposible, ¿por qué? ¡Porque tenemos el Poder! Pero no se emocionen, no es ese "poder", sino el otro, el adquisitivo, el de consumo... aunque sea de basura.

viernes, 12 de enero de 2018

Leer (comprender y escribir) el mundo


En estos días el tiempo del mundo me recibe con un triángulo de cuerdas y canciones, y me hace recordar ese ineludible andar hacia mi catafalco personalísimo. Pronto lo olvido, cuando descubro lo duradero que resulta leer el mundo, en comprender la pirámide sobre la que se construye la geometría del Universo, en escribir, desde la minúscula tríade proto-neutro-electrón atómica, el discurso errante, aglutinante y expansivo que deriva en la elocuencia trivial: Gramática de la existencia, conmovida retórica y combativa dialéctica.

En estos días el tiempo del mundo me recibe así, tridimensional, geométrico. ¡Basta de Cuentos!, grito desde una voz antigua y cercana. Resuena el triángulo de cuerdas y canciones mientras (por enésima vez) me dispongo a robar el fuego. ¿Quién se atreve a decir que no es posible? ¿Quién, a decir, que no nos pertenece?

En estos días el tiempo del mundo me recibe con los colores del maíz y me redescubre una herencia milenaria, el nicho desde donde partiré hasta el cósmico horizonte. Y me enseña también que la mecánica celeste es igual a la mecánica de la lectura, de la escritura y del pensamiento.

En estos días el tiempo del mundo me reclama y me dice que quien lo escuche, lo lea, le hable y le escriba mejor, se permitirá crecer al pensarlo, saberlo, descubrirlo, conocerlo, explorarlo e imaginarlo mejor. Porque esa posibilidad es de todos. Porque esa posibilidad no es elitista, aunque algunos (los que se creen dueños del fuego) insistan lo contrario.

En estos días el tiempo del mundo me recuerda que esto no es nuevo, que lo ha dicho siempre, desde que la luz y la oscuridad eclipsan esferas planetarias y satélites. Que he sido corto de vista y de entendederas es mi problema, pero hasta en el silencio se puede leer, comprender y escribir el mundo, y podemos ser escuchados y vistos.

En estos días el tiempo del mundo me anuncia que Nunca es Siempre, pero también A veces. Que leer el mundo no es una moda, ni un lujo ni una obligación, sino un derecho de Todos. Que un mundo (el tuyo, el mío, el nuestros) desarrollado no significa un mundo más culto.

En estos días el tiempo del mundo me dice que si lo leemos con atención, lo comprendemos y lo escribimos con imágenes, voces y palabras verdaderas, tendremos la posibilidad de ser, de estar y de actuar en el mundo... el tuyo, el mío, el de otros.

En estos días el tiempo del mundo me advierte que el futuro no se halla en el futuro ni en el presente, sino en el pasado, y me dice que la miseria y la democracia no son compatibles, y que el fatalismo y el determinismo que restringen la libertad de pensamiento y la libertad de elegir, no impide imaginarnos dignos, valiosos y autónomos.

En estos días el tiempo del mundo me dice que aún hay tiempo…y espacio. Que cabemos todos. Que la exclusión y la injusticia no es desarrollo. Que leer, comprender y escribir el mundo debe de ser una necesidad propia, que debemos de considerarla ineludible y benéfica para todos... por mejores mundos.