Semanas atrás se armó el programa de Carruaje Radio con la interrogante sobre quién había sido primero, si el libro, el escritor o el editor. Usted dirá: "¡Qué pregunta tan pentonta (o tonteja)!" Aún así el tema resultó interesante no por la pregunta en sí, sino por el pretexto para hablar acerca de editoriales independientes. Sin embargo mi amigo Toño Quijote no le sacó la vuelta al título del programa, al contrario, puso en la mesa a un actor importante, excluído sin que fuera esa la intención. Corrigió la plana y la elevó desde el absurdo hasta lo sensato. "Antes del libro, el escritor o el editor, está el LECTOR". No pudo ser mejor la vuelta de tuerca.
El lector, ese al que algunos escritores denostan diciendo que ellos escriben por pulsión o porque buscan alborotar los fantasmas de la sequía, sin importarles si hay o no quien los lea. También existen los escritores que sí trabajan su escritura para determinados lectores, sobre todo infantil y juvenil, acompañados de excelentes ilustradores quienes logran, en muchos casos, hacer inolvidable una historia.
"La tinta roja y negra", leí en alguna ocasión, era donde se perpetuaba la memoria y la historia de un pueblo. Legajos elaborados por los mexicanos de antes de la conquista. "Códices" en su mayoría desaparecidos de donde se aprendía a "cantar" su historia, su cultura, su razón de ser sobre la Tierra.
Si pensamos en los primeros lectores, de inmediato razonamos que el abrevadero está en la escuela. De hecho se ha logrado que muchos maestros incorporen dentro de su práctica pedagógica estrategias divertidas y efectivas, lo que les genera un mejor resultado en el aprendizaje de sus alumnos. Pero aún existe una gran mayoría que se niega, que se niega divertirse dentro del aula. Algunos porque no quieren, otros porque no saben, otros porque consideran que ya lo saben todo, y se rehúsan aprender, otros por mero sistema de desobediencia.
Dijera Noño, mientras intenta cruzar los brazos una y otra vez: ¿Y el alumno? ¿Y el lector letrado? ¿Y el juego? Conozco a más de un maestro que busca afuera la solución, ignorando que dentro de ellos está la llave, el código secreto, la palabra mágica que mejorará su desempeño docente, que agigantará su presencia en la memoria de los alumnos, multiplicándose en cada mirada y en cada recuerdo de aquellos quienes tengan la fortuna de conocerles.
Hablo de maestros porque son con quienes me encuentro de vez en vez en talleres y charlas sobre fomento a la lectura (y porque yo soy un lector formado por varios de mis maestros, a quienes recuerdo con grande cariño y le agradezco el haber dejado las migas de pan sobre el sendero). A ellos les reitero cuantas veces puedo que los alumnos de hoy necesitan maestros de hoy, escuelas de hoy... no de ayer (...y padres de hoy, diversiones de hoy, espacios de hoy, alimentos de hoy, y así hasta el infinito). Así, sencillamente... Por mejores lectores.
El lector, ese al que algunos escritores denostan diciendo que ellos escriben por pulsión o porque buscan alborotar los fantasmas de la sequía, sin importarles si hay o no quien los lea. También existen los escritores que sí trabajan su escritura para determinados lectores, sobre todo infantil y juvenil, acompañados de excelentes ilustradores quienes logran, en muchos casos, hacer inolvidable una historia.
"La tinta roja y negra", leí en alguna ocasión, era donde se perpetuaba la memoria y la historia de un pueblo. Legajos elaborados por los mexicanos de antes de la conquista. "Códices" en su mayoría desaparecidos de donde se aprendía a "cantar" su historia, su cultura, su razón de ser sobre la Tierra.
Si pensamos en los primeros lectores, de inmediato razonamos que el abrevadero está en la escuela. De hecho se ha logrado que muchos maestros incorporen dentro de su práctica pedagógica estrategias divertidas y efectivas, lo que les genera un mejor resultado en el aprendizaje de sus alumnos. Pero aún existe una gran mayoría que se niega, que se niega divertirse dentro del aula. Algunos porque no quieren, otros porque no saben, otros porque consideran que ya lo saben todo, y se rehúsan aprender, otros por mero sistema de desobediencia.
Dijera Noño, mientras intenta cruzar los brazos una y otra vez: ¿Y el alumno? ¿Y el lector letrado? ¿Y el juego? Conozco a más de un maestro que busca afuera la solución, ignorando que dentro de ellos está la llave, el código secreto, la palabra mágica que mejorará su desempeño docente, que agigantará su presencia en la memoria de los alumnos, multiplicándose en cada mirada y en cada recuerdo de aquellos quienes tengan la fortuna de conocerles.
Hablo de maestros porque son con quienes me encuentro de vez en vez en talleres y charlas sobre fomento a la lectura (y porque yo soy un lector formado por varios de mis maestros, a quienes recuerdo con grande cariño y le agradezco el haber dejado las migas de pan sobre el sendero). A ellos les reitero cuantas veces puedo que los alumnos de hoy necesitan maestros de hoy, escuelas de hoy... no de ayer (...y padres de hoy, diversiones de hoy, espacios de hoy, alimentos de hoy, y así hasta el infinito). Así, sencillamente... Por mejores lectores.
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