No hacer nada en vacaciones es igual al dicho que reza: La ociosidad es la madre de todos los vicios. Mi vicio en estas últimas semanas ha sido el de recordar. ¿Y cómo se hace eso? No hay más regla o método que alborotar a los fantasmas de la añoranza. A mí me sucedió más o menos así. Les cuento.
Hace un par de semanas un conocido me “jurgó” para que escribiera sobre astronomía. Me hallaba en el cerro del rebote compartiendo junto a Laura, Jesús y Ray, posibilidades divertidas de aprender. De regreso a casa en el conejoblues, recordaba mis frustraciones astronómicas, como la de aquel febrero de 1986, cuando, emocionado por entrar a la escuela secundaria y por el mundial de fútbol, olvidé observar el paso del cometa Halley sobre el cielo tuxtleco.
Después recordé las caricaturas que veía en los años ochenta, y vino a mi memoria Las aventuras de Huckleberry Finn, que transmitía el canal trece. En aquellas largas vacaciones de verano (de más de dos meses) me iba a casa de mis abuelos en el ejido Tierra y Libertad. Ahí, después de ver las aventuras de Huck y Jimmy, salía a jugar y a emular la vida del pequeño vagabundo. Sí, yo también quería ser vago como él. Iba a los ríos y pozas, construía refugios en el monte y trataba de cocinar mi propia comida, que hurtaba de la cocina de mi abuela. Solo me faltaba el “banjo” y algún suceso memorable.
Llegaron las aventuras de Tom Sawyer, aunque no me gustaron tanto como las de Huck. Tiempo después descubrí que esas caricaturas eran dibujadas en Japón, adaptadas de las novelas escritas por un señor llamado Mark Twain. Busqué esos libros en la biblioteca de mis tíos, pero no los hallé. Con el transcurrir de los años descubrí al señor Twain en una foto, sosteniendo un aro metálico con un foco de luz incandescente en uno de sus extremos. Al fondo en la penumbra, del lado izquierdo, aparecía el rostro de Nikola Tesla. ¿Twain y Tesla eran amigos? Ese descubrimiento me dio un gusto particular. Sin proponérmelo, de a poco me fui enterando más de Mark Twain, destacando esta minucia elíptica que ahora les comparto.
Nació el 30 de noviembre de 1835, y murió el 21 de abril de 1910. Usted dirá, querido lector, “¿y a mí qué pictes con el dato?” Pues que el día del nacimiento del escritor era también el día en que el cometa Halley se encontraba más cerca de la Tierra. Hay quienes nacen con “estrella”… y otros con “cometa”. Después de esa ocasión, “el Halley” volvería hasta después de setenta y tantos años. Y esa fecha llegó, cuando el 20 de abril de 1910 volvió a estar bastante cerca de la Tierra. Al día siguiente Mark Twain fallecía, tal cual lo había declarado un año antes: “Vine con el cometa…me iré con él”.
La amistad de Twain con Nikola Tesla fue significativa, tanto, que días antes de fallecer éste último, llamó a un mensajero para que llevara al escritor estadounidense un dinero que en una alucinación fantasmal aseguraba le había pedido, luego de una visita reciente. El mensajero no hallaba cómo explicarle que Twain llevaba muerto más de treinta años. Tesla aseguraba que estaba vivo, y que seguían conversando y compartiendo ideas.
El cometa Halley es algo que se ve una sola vez en la vida… o dos, si tienes la suficiente fuerza vital. Yo tenía trece años cuando tuve esa oportunidad, y no pude verlo. Tendré otro chance el 28 de julio de 2061, cuando haya cumplido 88 vueltas al sol. Ahora mismo me encuentro en la mitad de la ruta, bastante traqueteado pero con el ánimo intacto (la salud es otra cosa). Hoy más que antes me digo: Cómo se pasa la vida, así, tan callando.
Hace un par de semanas un conocido me “jurgó” para que escribiera sobre astronomía. Me hallaba en el cerro del rebote compartiendo junto a Laura, Jesús y Ray, posibilidades divertidas de aprender. De regreso a casa en el conejoblues, recordaba mis frustraciones astronómicas, como la de aquel febrero de 1986, cuando, emocionado por entrar a la escuela secundaria y por el mundial de fútbol, olvidé observar el paso del cometa Halley sobre el cielo tuxtleco.
Después recordé las caricaturas que veía en los años ochenta, y vino a mi memoria Las aventuras de Huckleberry Finn, que transmitía el canal trece. En aquellas largas vacaciones de verano (de más de dos meses) me iba a casa de mis abuelos en el ejido Tierra y Libertad. Ahí, después de ver las aventuras de Huck y Jimmy, salía a jugar y a emular la vida del pequeño vagabundo. Sí, yo también quería ser vago como él. Iba a los ríos y pozas, construía refugios en el monte y trataba de cocinar mi propia comida, que hurtaba de la cocina de mi abuela. Solo me faltaba el “banjo” y algún suceso memorable.
Llegaron las aventuras de Tom Sawyer, aunque no me gustaron tanto como las de Huck. Tiempo después descubrí que esas caricaturas eran dibujadas en Japón, adaptadas de las novelas escritas por un señor llamado Mark Twain. Busqué esos libros en la biblioteca de mis tíos, pero no los hallé. Con el transcurrir de los años descubrí al señor Twain en una foto, sosteniendo un aro metálico con un foco de luz incandescente en uno de sus extremos. Al fondo en la penumbra, del lado izquierdo, aparecía el rostro de Nikola Tesla. ¿Twain y Tesla eran amigos? Ese descubrimiento me dio un gusto particular. Sin proponérmelo, de a poco me fui enterando más de Mark Twain, destacando esta minucia elíptica que ahora les comparto.
Nació el 30 de noviembre de 1835, y murió el 21 de abril de 1910. Usted dirá, querido lector, “¿y a mí qué pictes con el dato?” Pues que el día del nacimiento del escritor era también el día en que el cometa Halley se encontraba más cerca de la Tierra. Hay quienes nacen con “estrella”… y otros con “cometa”. Después de esa ocasión, “el Halley” volvería hasta después de setenta y tantos años. Y esa fecha llegó, cuando el 20 de abril de 1910 volvió a estar bastante cerca de la Tierra. Al día siguiente Mark Twain fallecía, tal cual lo había declarado un año antes: “Vine con el cometa…me iré con él”.
La amistad de Twain con Nikola Tesla fue significativa, tanto, que días antes de fallecer éste último, llamó a un mensajero para que llevara al escritor estadounidense un dinero que en una alucinación fantasmal aseguraba le había pedido, luego de una visita reciente. El mensajero no hallaba cómo explicarle que Twain llevaba muerto más de treinta años. Tesla aseguraba que estaba vivo, y que seguían conversando y compartiendo ideas.
El cometa Halley es algo que se ve una sola vez en la vida… o dos, si tienes la suficiente fuerza vital. Yo tenía trece años cuando tuve esa oportunidad, y no pude verlo. Tendré otro chance el 28 de julio de 2061, cuando haya cumplido 88 vueltas al sol. Ahora mismo me encuentro en la mitad de la ruta, bastante traqueteado pero con el ánimo intacto (la salud es otra cosa). Hoy más que antes me digo: Cómo se pasa la vida, así, tan callando.
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