sábado, 28 de mayo de 2016

Ideas importantes vs ideas buenas



Es verdad que en éste país deben de escribir todos (hasta los perros), pero antes de intentarlo tenga en cuenta algunas recomendaciones compartidas por Toño Malpica hace unas semanas. No son fórmulas mágicas o prodigiosas, son argumentos rabiosamente sencillos por su lógica elemental. Antes de comenzar a escribir, reflexione si quiere dedicar su tiempo de vida a garabatear a diestra y siniestra. Si después de ese diálogo consigo mismo concluye que no le atrae lo suficiente, entonces dedíquese a otra cosa, lo que sea. El mundo no necesita de más escritores; hay demasiados. ¿Lo duda? Visite las bibliotecas, las librerías donde las novedades saturan los anaqueles, o las “librerías de viejo”, donde están otra cantidad igual o más abundante de títulos y autores. Según mi encuesta Montañosky (con el apoyo de sofisticados algoritmos) existe en Chiapas un promedio de 6 mil escritores; en la república mexicana 190 mil. Si usted suma al resto del mundo, es claro que al planeta Tierra no le hace falta más literatos.

Ahora bien, si después de charlar consigo mismo decide ser escritor, considere lo siguiente: Le debe de importar lo que escriba. Sencillo, ¿verdad? En otras palabras, Toño argumenta que no es lo mismo tener una buena idea, que tener una idea que le importe. ¿Y los consejos?, se preguntará usted. Pues los consejos son los siguientes (redoble de tambores y fanfarrias): Libertad, planeación y revisión. ¿No es una chulada? No olvide cumplir el círculo de la integridad literaria: La anécdota, los personajes y el estilo. Yo agregaría las tres máximas a las que llegó El Ché Guevara, en su memorable libro Guerra de Guerrillas: 1. Movimiento constante, 2. Vigilancia constante; 3. Desconfianza constante. ¿Tres de tres? ¡Ichi!

No inicie si no siente la necesidad de escribir. No se precipite a la escritura, reúna ideas antes de aporrear el teclado. Inicie con algo que cause verdadero interés. Revise, revise y revise. Y revise más. El gusto personal es importante: si a usted no le gusta lo escrito, entonces no sirve. No tema escribir de lo que sea. No basta con contar una historia, es importante cómo lo cuente. Confíe siempre en su instinto. ¿Ya le dije que revise más? ¡Revise más! En materia de arte no hay nada escrito, así que atienda el menor número de consejos y póngase a escribir… ¡Ya!

sábado, 21 de mayo de 2016

Intelecto


“En gustos se cierran tiendas”, comenté en una reunión. Un sujeto sin predicado me preguntó de quién era la frase. Iba a responder “mía”, pero al verle en pose de Intelectual Come Caca (I.C.C.), le dije: de Carlos Monsivais. Acto seguido cambió de pose I.C.C. a Intelectual Come Mierda (I.C.M.), y se despepitó en elogios al Monchis.

Los I.C.C. y los I.C.M. no son exclusivos de Chiapas, abundan en otros estados, y uno de ellos se me apareció en Puebla, dueño de una afamada librería en el norte de la ciudad. Yo quería presentar a escritores chiapanecos y vender sus libros. Luego de esperarlo un rato, apareció. Le dije el motivo de mi largo viaje desde Chiapas hasta su negocio. Le expuse la idea de jóvenes chiapanecos en su librería y, ¡oh, dios!, adoptó la pose de I.C.C., se frotó el rostro, supongo para conectarse con “el más allá”, en un trance digno del Doctor Alicán y el Niño Vidente (1). Luego dijo: No es mala idea, pero debes traer "lo bueno" de la literatura chiapaneca. A los autores que mencionas no los conozco, y el ingreso de los libros al sistema y su promoción es una joda. Exijo calidad en la propuesta, porque si no, corro el riesgo de público escaso y cero ventas.

Ingenuo, le dije que era la oportunidad para promoverlos. Entonces la posé alcanzó el nivel I.C.M., para expresar: La verdad, el mejor escritor de Chiapas se llama Jaime Sabines, ¡y se los envidiamos, créeme! Nosotros no tenemos uno de esa talla, y lo lamento. Insisto, no es lo mismo que Tú presentes un manual para doblar papel, a que lo haga Juan Villoro. Contigo no vendrá nadie, pero con Villoro atasco el local. ¿Me explico?

Terminé mi “café de altura”. Luego le pregunté si tenía un pico y una pala. Desconcertado, preguntó: ¿para qué? Sí, primito, insistí, si tenés pico y pala desenterramos a Jaime Sabines ¡de volada!, y arreglado el asunto. Entonces dio la vuelta y se fue, encabronado.

De regreso a Chiapas pensaba en el pico, la pala y el esqueleto de Sabines. ¡El éxito estaría garantizado! Los escritores chiapanecos se harían acompañar del esqueleto del poeta, garantizando público y venta de libros. La esperanza estará en que un día los I.C.C y los I.C.M. vean a los escritores chiapanecos de otro modo, los lean y escuchen, compartan asombros, y por qué no, beban juntos un café chiapaneco, a la altura de las circunstancias.



(1) Se rumora que el Doctor Alicán tuvo serias diferencias con el Niño Vidente, las cuales se adivinan irreconciliables. Cada uno da consulta por separado, con renovados bríos y nuevos valores. Ambos siguen garantizando satisfacción total.

sábado, 14 de mayo de 2016

Nieve



Estoy cansado de buscar donatarios para mis proyectos, me confiesa un querido amigo. Tengo CLUNI pero ni así logro obtener recursos… Me chuté un taller bien chiroliro sobre Industrias Culturales y Creativas, pero la teoría se estrella contra la realidad cuando me plantó frente a los empresarios… Me oyen pero no me escuchan, y algunos ni dejan que les explique los beneficios reales al deducir sus impuestos en una asociación civil… No les interesa que niños de escasos recursos aprendan de las bellas artes… Sigo en esto porque soy necio… He aplicado al pie de la letra lo aprendido en el taller, pero ya me desesperé… Nadie dijo que sería fácil, pero no puedo chiflar y tomar pinole, ¡de plano, manito!… Quise contratar a un gestor cultural, pero solo hallé a quienes buscan ser intermediarios, sin riesgos... Estoy pensando en cerrar la escuela y abrir un restaurante, o un bar.

Luego del desahogo se pierde en el mar de sus pensamientos. Le pregunto si conoce al mampo vende nieve del mercado. Niega con la cabeza. Pues ese compa (le digo), se pasea por los pasillos del mercado con una charola, voceando: “¡Nieves de a 30!” “¡Nieves artesanales!” “¡Nieves únicas!”. Si un potencial cliente se le acerca a preguntar de nuevo el precio, entonces el mampo de las nieves lo rebana de un tajo con su voz aflautada: “¿Tenés 30 pesos, papito? Porque esta nieve no es pa’ cualquiera, es ar-te-sa-nal. ¿Caso es pa vos?” El potencial cliente no acepta la exclusión del inimaginado hallazgo de sabor, y entonces paga el precio. El “nievero” le advierte: “Sos pendejo si lo compartís... Vas a comer un manjar que vale lo que cuesta”. Son palabras emponzoñadas que obligan a otros a gastar, para no ser menos. En media hora el mampo vende nieve transforma 25 vasos en 750 pesos, que viajan en su charola de vuelta a casa. Así durante 30 días, con una ganancia neta de 22,500 pesos. ¿Dónde está el secreto de su éxito? (le pregunto a mi desesperado amigo). No me contesta. De a poco se le iluminan los ojos. Efusivo me abraza mientras agradece la parábola, luego da media vuelta y se marcha. Entonces pienso: ¿Habré sido claro? Ojalá a mi amigo no se le ocurra volverse “nievero”.

viernes, 6 de mayo de 2016

Escritor-a-do

¿Usted es escritor? Pregunta una muchacha, después de finalizados mis gorgoritos en una conocida preparatoria de la ciudad. La acompañan otros chicos, incrédulos, a la espera de mi respuesta. Dudo un instante sonrojado por quién sabe qué, pero mi gusto por contar historias (y su modesto éxito) supera el prístino rubor:

— Sí, lo soy.

Entonces la muchacha me recibe con un gancho al hígado:

— ¿Y cómo lo sabe?

¡Ah chingá! Mis manos comienzan a sudar. Los preparatorianos, transmutados en toros, son algo serio. No se me ocurre otra cosa que preguntar si les ha gustado mi librillo. Entonces sucede el milagro, sonríen y confiesan les gusta mucho, aunque dudan de mi autoría porque no parezco escritor. ¡Recontrachingá! ¿Y cómo son los escritores? ¿Jóvenes? ¿Guapos? ¿Atléticos? ¿A la moda?  Bueno, reconozco que no soy guapo, más bien cubista. Ni atlético, más bien Botero. Soy algo así como rústico… obtuso. La gente lo piensa dos veces para acercarse a mí, pero en el fondo soy una noble bestia.

¿Cómo saber si eres escritor? ¡Fácil! Es como el dilema de saberse mampo (1) o gay. Solo hay de dos sopas: Se es buen escritor o mal escritor; punto. Los últimos nunca reconoceremos lo mal (o pésimo) que escribamos. ¿Y quién determina si se es bueno o malo? Pues los lectores; nadie más. Los agudos especialistas que llenan las solapas de notas como: “El libro del año” “Una libro que te atrapa de principio a fin” o “El escritor que llegó para quedarse”, no determinan si eres bueno, o no.

Llega a mi memoria el taller de cierto poeta, narrador y periodista chiapaneco (de cuyo nombre no quiero acordarme), al que le hicieron “la pregunta envenenada”: ¿Cuál es la fórmula para escribir una novela? El viejazo, ingenuo, se acomodó el sombrero, respiró cual si fuera Clint Eastwood en una epifanía de Los imperdonables, y espetó:

— La fórmula está en escribir una oración, después otra y luego otra, y así, sin parar, cuando menos lo esperas ¡pum!, ¡ya está la novela!

Acto seguido la mitad de los asistentes se marchó. Semanas después se cancelaba el taller por falta de clientes. ¿Y cuál es la fórmula? ¿Usted la sabe? Yo no.




(1)    Mampo: Volteado. Marica. Homosexual… Gay de pueblo. Adjetivo derivado de la palabra Mamporrero. (Mamporrero, ra: 1. m. y f. Persona que dirige el miembro del caballo en el acto de la cópula)