"A mi me gusta viajar sin moverme de mi casa,
sin salir de mi país,
sin apartarme de mí mismo".
Confieso que he vivido / Memorias
Pablo Neruda
Por alguna razón que ignoro, tengo una particular predilección por las
historias de vida contadas en primera persona, ya sea en entrevistas, cartas,
diarios o memorias. La mayoría de ellos pertenecen al mundo de la literatura, le siguen
músicos, científicos, deportistas, entre otros individuos que considero
interesantes.
También recuerdo el intento por redactar
mis memorias en la secundaria. Quería escribir un diario pero se me hacía extraño
"hablarle" a mi libreta. Me gustaba más la idea de hablarle a otro;
que me leyeran. La idea surgió luego de haber leído un par de entradas del
Diario del Che en Bolivia, publicadas en la revista Proceso.
En vacaciones de "semanasanta" mi amigo
Uvi (Ludwig Stefan) y YoMeroMaromero, nos aventuramos a viajar de aventón por
la vieja carretera panamericana, mochila a la espalda. ¿Lugar de partida?
Tuxtla Gutiérrez. ¿Destino? Puerto Arista. Dicha aventura la fuimos anotando en
una libreta pequeñita (a sugerencia de mi amigo) contando la verdad de la
travesía, aunque aderezada de adjetivos y metáforas dignas de los diálogos de novelas de vaqueros, y de las revistas del Hombre Araña.
Era el final de la década de los ochenta y también
la mejor etapa de nuestra juventud. El hermano sol, antiguo y vil, nos castigó
durante toda la ruta. La aventura fue memorable, formativa, que nos graduaría
como amigos (estábamos influenciados por la serie gabacha "El
Caminante"). Cuando volvimos a Tuxtla Gutiérrez nos dimos a la tarea de
releer lo escrito, y los recuerdos fueron retechingones.
Por supuesto que nuestro diario de
viaje no se compara con el de Ernesto Guevara, ni tuvo ese oscuro final, allá, en la quebrada del Yuro. Se preguntarán: ¿Y dónde quedaron las anotaciones de ese
viaje? ¿El breve diario de esas aventuras? Lo ignoro. Le preguntaré a mi amigo,
aunque fue hace tantos años, que de seguro se lo ha llevado el viento. Lo
que queda existe sólo en nuestra memoria.
Semanas atrás, preparando una serie de relatos sobre
boxeo y boxeadores, me hallé con la serie “A puño limpio”, de la editorial Almadía, y en uno
de los cuatro números el testimonio del norteamericano Nat Fleischer (las diez
más grandes peleas / 1900 – 1952), y el combate entre ¡Pancho Villa! vs Jimmie Wilde, aquel lejano 18 de junio de 1923. Espero ésta suerte de hipocorístico no lo emocione ni lo confunda (yo me dejé llevar, lo acepto).
Antes de éste púgil hallazgo filipino, los
únicos “Panchos” que conocía eran mi general Villa (Doroteo Arango); el Trío “Los
Panchos” (quienes dicen agudos especialistas, tomaron el nombre del General
Villa, aunque otros sagaces conocedores, insisten en que fue tomado del
merengue “Compae Pancho”); y la banda de “Los Panchitos”, aunque éste nombre no
fue influido por el líder de la División del Norte (por cierto, tampoco se trata de
una “división urbana” trazada en forma de avenida, como me dijo hace años un sujeto sin
predicado, avenida que valga decir, no se encuentra en el norte cardinal), sino por
el nombre de tres primos (fundadores de la anarcobanda) de nombre Francisco, y que se saludaban como “Panchitos”.
¿Y por qué estoy divagando tanto? ¡Porque
soy puro pancho! (panchero) De eso no cabe duda, aunque algo de sentido me
asiste, porque el Trío Los Panchos y la banda punk de Los Panchitos fueron
temas cercanos a mí (panchero nunca he sido… bueno, quizá un poco, pero nada de
qué preocuparse).
Por cierto, existe un libro titulado “Nosotros los
hombres ignorantes que hacemos la guerra. Correspondencia entre Francisco Villa
y Emiliano Zapata”, recopilación hecha por Armando Ruiz, que pone en contexto
las relaciones que se dieron entre los generales de los ejércitos del norte y del sur.
Curiosamente (¡Ay sí! ¡Ay sí!), el pueblo donde mi amigo
Uvi y YoMeroMaromero hicimos un alto en nuestra travesía, fue el
ejido Tierra y Libertad, lugar que ayudó a fundar mi abuelo allá por los años
treinta, y que nos quedaba de paso para reabastecer provisiones. “Tierra y Libertad”, grito de lucha campesina asociada a la revolución
mexicana y al "Atila del sur": Emiliano Zapata. Su cabeza (reproducción de concreto) se encuentra sobre una columna tipo romana, en una jardinera del parque. ¡Velo por dónde vine
a salir!
Les iba a contar del boxeador filipino Pancho
Villa, pero ya pa’qué pictes. Zapata no venía al caso, aunque haciendo memoria...
Jajajaja miralo pué, hasta onde veniste a resultar!
ResponderBorrarSí pué! Los meandros de la memoria!
BorrarCómo se pasa bonita la noche sobre mi hamaca leyendo tus leyendas ahora que llevo como varias horas mirando videos de las peleas de Salvador Sánchez que de seguro habría vencido a Pancho Villa y al mismísimo don Emiliano Zapata con todo bigote y sombrero.
ResponderBorrarCómo se pasa la vida así, tan callando!
BorrarAbrazos!
p.d. Salvador Sánchez está venciendo, por lo pronto, al tiempo!
No cabe duda que puro Pancho sos.
ResponderBorrarSí pué! Panchero natural!
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