jueves, 30 de junio de 2016

Comida de la resistencia



Mi memoria es igual a una cineteca, llena de películas donde soy testigo o protagonista, consciente del vínculo inevitable con las tramas. Tal es el caso de un reciente descuido memorioso, una película sobre comida. En ella su principal protagonista, el poeta Óscar Oliva, comenta a otros y a mí sobre “comida de la resistencia”. ¡Vaya tema!, digo, luego pienso: “¿Resistirse a comer? ¿Resistir a ser comido? ¿Comida resistente?” En el memodocumental el poeta me ve, al tiempo que dice: ¡Comer y resistir, Montaño! ¡Comer y resistir! Después se aleja, no sin antes indicarme: Hugo, busca el texto que escribí sobre el tema. La memopelícula termina y entonces me descubro atrapado entre infinitivos: Buscar - Comer - Resistir. Horas después, despierto, reflexiono “¿Esa charla sucedió en verdad?… ¿Es una trampa cinéfila de la memoria?... ¿Tengo hambre?”

Mi madre cocinaba “ahí pobremente” comidas deliciosas: Chanfaina, tortitas de cabeza de camarón, de arroz con queso, chipilín con bolita, menudencia, chapulines, mondongos, caldos de cabeza de pescado, pata y panza, moronga, nucú; verduras y hortalizas. ¿Carne?, solo en días importantes.

Lo cierto es que los guisos más sabrosos tienen su origen en la resistencia. Inmigrantes chinos crearon el Chow mein, un platillo de posibilidades infinitas, con un aglutinante como el fideo o el arroz; los esclavos africanos se especializaron en cocinar vísceras de pollo, puerco y res (mientras los amos comían la carne); los pueblos mesoamericanos cocinaban manjares con maíz, frijol y chile, además de insectos, hongos y flores. Puedo seguir mencionando comidas donde la carne no figura, y ni falta que hace. El menú generado desde la resistencia es un lazo entre el fin y el principio, entre la vida y la muerte.

¡Ay sí! ¡Ay sí! Dirá usted, que mamuco es el Hugo, que habla y habla de resistir, ¡pero no dice a qué! Pues fácil: a los éxodos voluntarios e involuntarios, a la segregación, a las guerras internas y externas, al exterminio, al bloqueo económico o territorial que alguna vez generó, en una guerra mundial, el nacimiento de las “guerrillas verdes” para resistir al cerco enemigo, plantando en jardines, parques, patios, techos, tambos (y donde se pudiera), alimentos que luego preparaban de la manera más agradable posible, dando a veces con platillos que hoy son “exquisiteces” regionales.

Si usted come lo arriba mencionado en restaurantes de cinco tenedores, felicidades. Y si come carne a diario, felicidades también. Usted es el amo.

sábado, 25 de junio de 2016

Fuego


A propósito de poetas, hace veinticinco años conozco a Uberto Santos. Cruzó mi vida igual que un huracán atraviesa el paraíso, lengua de barro, laja tendida flotando en un piélago de imágenes. Era el tiempo de las primeras armas cuando hallé ese filón de voces entrañables: Antología de Poetas Jóvenes de Chiapas (Editorial Katún). Después llegó la Facultad y con ella los encuentros de escritores chiapanecos convocados por la UN.A.CH. Con mi raquítico salario de herrero adquirí la memoria impresa de aquellos encuentros, donde volví a encontrarlo:

¿Quién es aquella
                        que sin tocarme
desata el fuego
                         de mi voz?

Fragmento de : Fuego Solar

Tiempo después conocí a Uberto en persona, e hice amistad con él. Tengo varios de sus libros, los releo de vez en vez y me sigue gustando:

Nací
con el canto del tamazul:
Mi madre fue un árbol de agua
donde un río mordía su vientre y era mi padre
Con la savia que mandaba en su tronco
me fui volviendo esta carne
Luego
como los frutos que han escuchado el llamado
de la tierra
me fui desprendiendo de mi rama
dejando los tallos temblando del agua
He aquí
el fruto que soy
el agua escribiendo.

Fragmento de : Árbol de agua.

Uberto Santos es poeta de tiempo completo, transpira la herencia de la tierra, la hace suya bajo el fuego solar, allá, en el vuelo incontenible del paisaje. Cumple a cabalidad lo que Vigotsky dice debe consumar el arte: conmueve, anima; es el poeta un ser humano quien le habla a sus semejantes, comparte con la manada el fuego de la palabra como se comparte el pan, la piedra, la mazorca tierna y el dolor. Uberto se entrega a quien se encuentre en una danza perpetua, porque el poeta no existe en el tiempo, él mismo es un instante compartido sobre la banqueta, afuera de la clínica o en el camino a casa, siempre con la poesía amartillada, lista para detonar en el júbilo de quienes tenemos la fortuna de saberle.

Estoy aquí
inventando un nuevo latido para que me oigas,
para que seas la lluvia que no tuvo mi sed.

Estoy aquí
y no soy más que el llanto que tuviste por herencia,
la pinche piedra que siempre dio con tu pie,
viejo verde,
triste nauyaca, estoy aquí
así hasta que el viento me llene de tu cuerpo.

Fragmento de : Para llorar a solas.

Afortunado quien te oiga, Uberto, porque de todos eres. Lo sabes, lo asumes y viajas cual Prometeo, para ganar la luz en tu edad mística… para llorar a solas pero contigo. Te saludo filípico, alejandrino, y te abrazo desde acá...
...desde los surcos de la memoria, desde la milpa que sembraste en mi corazón, desde la plebe de alas que asisten para verte labrar el aguacero, desgranar la luz, deshojar el polvo.
Desde este país de lástimas te escribo, Yucundo, y te pido concedas a quien no te conoce, aprender el rumbo de tu voz:

Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo y errante por el mundo...
mas yo te dejo mudo... ¡mudo!...
¿Y cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?

León Felipe / Antología rota

sábado, 18 de junio de 2016

Sompopo


El ciclón tropical Uno-E llega hasta el territorio libre de los hijos de la Escocia chiapacorceña para despertar a las hormigas aladas. Un ejemplar se estrella contra el espejo. Mi MiniMi anuncia el hallazgo: “¡Es un Nucú!” Corremos al patio esperando encontrar el tanque lleno de Chicatanas, pero está vacío. Conclusión: el espécimen dentro de casa se despistó. MiniMi, contrariado, pregunta: “¿Por qué tiene alas el Nucú?”. Bebo café para no contestar lo obvio; MiniMi no aceptará un “para volar”. El Nacasmá, necio, rebota de vuelta en el espejo, el foco y el suelo. MiniMi aprovecha para abonar otra duda: “Si tiene alas es porque va a alguna parte… ¿a dónde?”. Bebo más café, otra obviedad me asalta; MiniMi no aceptará un “¡para ir hacia la luz!”. Algo es verdad, ignoro a dónde carajos van las arrieras voladoras. MiniMi, impaciente, remata: “¡¿Por qué tienen alas, pues?!”.

A bordo del Conejoblues, me pregunto, ¿a dónde chingaos van? Las especies aladas son parte del equilibrio natural (igual a las marinas y terrestres), pero las lluvias han mermado y el Tzitzin ha retrasado su aparición; cada vez hay menos. El “efecto Nucú”, insignificante para mis vecinos de la rivera, podría ser un desastre al otro lado del mundo. ¡Carajo! Soy aprehensivo y ésta aflicción me lleva a recordar cuando tenía la edad de MiniMi, y solo me preocupaba por atrapar Zompopos culones para comerlos. ¿Y las alas?, desaparecían sobre el comal, al atizar mi abuela el fuego en el anafre. Volaban hasta extraviarse, o eran abrasadas por el fuego.

¿Hacia dónde vuela el Tzín-Tzín? Hoy me entero que vuela aleatoriamente, asegurando su conservación una vez al año al criar “reinas aladas” por millones, las cuales salen a la superficie al mismo tiempo que los machos, para aparearse. De esos millones lo conseguirán miles… o cientos, el resto será alimento de animales (¿mú?). Si supone que al Nucú le fascina el brillo de la luz, probablemente se equivoque. La situación es más compleja de lo que imagina. Como usted sabe la luz es energía (frecuencia de onda y partícula), y al atravesar moléculas de agua éstas emiten una vibración que atrae a los insectos. No es la luz propiamente dicha, sino el “sonido” la que “excita” a las Chicatanas (y demás insectos), llevándolas a congregarse y aparearse.

Tengo más respuestas sobre Zompopos. ¿Quién tiene las preguntas?

lunes, 6 de junio de 2016

Tiempo


En el relato de Voltaire, titulado “El enigma”, el Gran Mago planteó esta cuestión:

—¿Cuál es, de todas las cosas del mundo, la más larga y la más corta, la más rápida y la más lenta, la más divisible y la más extensa, la más abandonada y la más añorada, sin la cual nada se puede hacer, devora todo lo que es pequeño y vivifica todo lo que es grande?

La respuesta se revela en el siguiente párrafo, pero antes les cuento: hace algunos años decidí no envejecer más. Sí, aunque usted lo lea y no lo crea. No envejecer permite ver el entorno a otra velocidad, sin preocuparse por el pasado o el futuro. No envejecer permite grandes comodidades, transforma las desventajas en ventajas. Le permite aceptar lo que le rodea en su justa medida; no más vasos medio vacíos o medio llenos: a la mitad. No envejecer ayuda a desechar pretextos y a nutrirse de argumentos, anima a viajar, a distraerse, a sorprenderse por la lluvia que moja sin angustiarse por la ropa, porque importa más sentirse vivo. Se tiene el miedo natural, no el fabricado. El tema es usted y no el narcotraficante de moda, el político de siempre o los críticos de internet. No envejecer lleva a compartir asombros con quien usted desee, sin urgencia por cuidar poses, ideologías o modas. Es usted libre porque no juzga, porque se ocupa de hacer lo que a usted le gusta. No envejecer le ayuda a descubrir que las cosas solo son eso: cosas, y puede prescindir de ellas cuando decida. Quizá en el tránsito por esa atemporal libertad alguien le diga aburrido, mamón, falso, oficialista o pendejo. Si su ego se encuentra sereno y no siente agravio alguno, entonces ha dejado de envejecer, es libre.  Disfrute del tiempo que le toca existir. Construya, inspire, arda, goce… viva. Momento y Recuerdo van agarrados de la mano porque se saben Instante y Memoria, eclosión lógica, atómica y única.

Luego de este choro mareador, les dejo el final del breve relato de Voltaire:

―Nada es más largo, agregó Zadig, ya que es la medida de la eternidad; nada es más breve ya que nunca alcanza para dar fin a nuestros proyectos; nada es más lento para el que espera; nada es más rápido para el que goza. Se extiende hasta lo infinito, y hasta lo infinito se subdivide; todos los hombres le descuidan y lamentan su pérdida; nada se hace sin él; hace olvidar todo lo que es indigno de la posteridad, e inmortaliza las grandes cosas.