martes, 13 de febrero de 2018

¡Cómo no te voy a querer!


Una mañana (muy de mañana) nos apersonamos mi padrino César y YoMeroMaromero en una escuela que se hace llamar "territorio UNAM". Mi padrino y yo, Pumas honoris causa (cualquier semejanza con otros honoris causa, es mera coincidencia), asistimos con gusto a la Concha Acústica, para conocer a chicos y chicas de preparatoria y para hablar de literatura, y de la importancia de los círculos de lectura en las escuelas.

Fiel a mi mala costumbre, llegué media hora antes para reconocer el terreno, consejo de mi general Pancho Villa quien, dicen que dijo alguna vez: "Aquel que no conoce el terreno que pisa, o es el enemigo, o es un pendejo". Y no niego ser pendejo, aunque inteligente, porque ser pendejo-pendejo está cabrón.

Me senté en la banca de la entrada, saqué una hoja y me dispuse a elaborar un pajarito de papel. Origami le dicen unos, otros Papiroflexia; yo le digo Magia. Sentado ahí vi cruzar (a una distancia de medio metro) a veintitantos alumnos y alumnas en un lapso de veinte minutos. De todos ellos solo cuatro dijeron "Buenos días". "Curioso", me dije. La educación en casa sufre de una grave crisis. Lo constaté cuando un señor bajó a dejar a su crío, sin despedirse de él, llegando hasta el medio metro de donde estaba yo sin voltear a verme siquiera, y miren que soy difícil de no ver.

Una de nuestras anfitrionas apareció para guiarnos hasta el lugar preciso. Resultó que el dichoso espacio al aire libre está en la cima del colegio, desde donde se ve el absurdo crecimiento de la ciudad idiota. Y allá fuimos mi padrino y yo, escalón por escalón, curiosos. Después de la primer tanda y algunos respiros urgentes, divisamos una enorme águila con las alas abiertas, mirando al norte. La estilizada figura tiene las características de la llamada Aguila Real, que son precisamente del norte. ¿Mira hacía su terruño? ¿Extraña el cielo del norte? Se preguntará acaso ¿Qué chingados hago acá, en territorio de la UNAM, donde hay huellas de Puma por todos lados? ¿Estoy muy al sur? ¿Me habrán confundido con mi pariente, el Águila Arpía?

Nos dimos a la tarea de preguntar, sin importarnos parecer pendejos. Uno a uno fueron contestando "No lo sé... quién sabe... a lo mejor... puede ser que... ni idea...". "Qué curioso!", me dije. Mi padrino y yo comenzamos la tanda de especulaciones, y en esas estábamos, cuando escuchamos cerca de nosotros la frase: "¡Cara de Guatemalteco!", dicha por muchacho, en tono de insulto, lo que resultó más curioso para nosotros.

En el barrio del Niño de Atocha nos decíamos "Carota'e caite"... "Carota'e mi coyol"... "Carota'e culo", entre otras linduras. Pero, ¿cara de Guatemalteco? Tengo entrañables amigos y amigas de Guatemala, país hermano y de cercanía no solo geográfica, sino cultural. El intrépido muchacho por supuesto ignora que Chiapas fue territorio Guatemalteco, hasta el 14 de septiembre de 1824, cuando decidió anexarse a la república mexicana luego de marchas y contra marchas políticas. El monumento que representa ese acontecimiento de la historia de Chiapas se encuentra en... no se lo diré, pero sé que lo ha visto muchas veces y hasta se ha sentado cerca. ¿No es curioso?

Los buenos modales, los símbolos y los gentilicios, son tres curiosidades que van ligadas con la lectura, porque como ya he mencionado en otras entradas, no solo se lee con los ojos, se lee también con el olfato, el oído, el tacto y el gusto. Los buenos modales se "leen" en casa, se aprenden y se ejercen. La escuela enseña lo académico, las ciencias naturales y sociales, por decir una generalidad. No basta con ser alfabetizados, hace falta ser Lectores Letrados, ciudadanos críticos, que hagan de esa ciudadanía un ejercicio y no un concepto, para dejar la indiferencia a un lado, que está haciendo de México un país macabramente surrealista.

Por mejores lectores...

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