jueves, 22 de febrero de 2018

Un mundo nos vigila

El patio de mi casa es particular, y no me refiero a la ronda infantil. Es algo más complejo. Sucede que me levanto temprano…casi de madrugada, y me da por salir al patio a disfrutar de la noche estrellada (cuando hay cielo despejado). Disfruto viendo las constelaciones y planetas. Aunque de vez en vez alguna de las estrellas de dichas constelaciones se mueva, o se mueva un planeta. ¿Y qué tiene de espectacular? Dirá usted. El universo está en constante expansión, ¿verdad? También se preguntará usted cómo diferencio una estrella de un planeta. Para estas y otras interrogantes le digo lo que decía Jack El Destripador: “Vamos por partes”.

Una estrella se diferencia de un planeta por su brillo. Mientras una estrella titila (“parpadea”), un planeta no. Las estrellas tienen luz propia (arden), y el mejor ejemplo lo tenemos en la estrella más cercana: el sol. Los planetas reflejan la luz del sol, de ahí que se pueda ver a Mercurio, Venus, Marte, Júpiter o Saturno (la luna también, obvi), a simple vista. ¿Ya me puse aburrido? No se desespere, recuerde que vamos por partes.

Desde que llegué al territorio libre de los hijos de la Escocia chiapacorceña (hace siete años) me asomo al patio de mi casa, que es particular, porque no solo goza de una bóveda celeste magnífica, sino de fenómenos aéreos que más de uno me ha dicho son satélites o la estación espacial, o avionetas… o “avionotes”, dijera un mi vecino C.P.M. (el aeropuerto está a treinta minutos de mi casa), o mariguanadas mías producto de la edad, del exceso de carbohidratos o de la falta de feisbuc. ¿Y qué he visto?

Durante estos años han cruzado sobre mi patio esferas blancas volando entre las nubes; también triángulos color naranja, de sur a norte, no en vuelo recto sino curvo, a una velocidad que ya quisiera una avioneta o avión comercial; esferas color verde (eviten la chacota partidista); puntos brillantes “saltando” de una constelación a otra, a diestra y siniestra; conjuntos de esferas brillantísimas, volando y separándose de golpe en sentidos opuestos para luego apagarse; apariciones repentinas en el cielo de puntos luminosos que luego se van ensanchando, veloces, fulgurantes, para luego desaparecer sin dejar rastro.

Y no soy el único que los ha visto. De muchos testimonios está el de mi vecina, que tiene una tienda de abarrotes, y de vez en vez se sienta en su sillón, y cabecea. En una de esas, a las tres o cuatro de la tarde, fui a comprar. Hallé la puerta entrecerrada. Toqué y me contestó mi vecina, asustada. ¿Es usted, vecino? Dije que sí. Entonces asomó el cuerpo mirando sobre mis hombros. Iba a pedir algo cuando me atajó: Vecino, estaba yo cabeceando acá en el sillón, y a lo lejos vi algo en forma de lenteja color plata, que se bamboleaba como si se fuera a caer. De hecho decía yo, se va a caer, se va a caer, y creí que estaba soñando. Fijé mejor la vista y vi que se movía hacia acá, porque se iba haciendo más grande. Le juro que hasta escuché que zumbaba. Estaba casi a la altura de la antena (hay una antena con estrobo, para referencia de las aeronaves que se acercan al aeropuerto). Abrí los ojos y pude ver mejor a la cosa esa, que lanzaba destellos brillantes y se hacía cada vez más grande. Sentí que venía hacia mí, entonces me entró un presentimiento horrible y me encerré.

Hay quienes los han visto por las mañanas, pero son los menos. Otros por las tardes, y la mayoría por la noche. Las formas han sido varias y variadas. Triangulares, esféricos,  ovalados, discoidales, cilíndricos, entre otros que no alcanzan a ser definidos.

En estos últimos días, entre cuatro y las cinco de la mañana, han sido frecuentes los vuelos de estos objetos sobre mi barrio. Desconocemos la altura a la que vuelan porque desconocemos sus tamaños. De vez en vez cruzan aviones, que se distinguen porque vuelan bajo, acercándose al aeropuerto, y tienen las luces características roja y blanca, de estrobo. ¿Qué son? Pues objetos voladores no identificados (favor de no chacotear con alienígenas ancestrales ni teorías de antiguos astronautas... esto es serio).

Insisto, el patio de mi casa es particular, y no exagero. A estas alturas es justo que pida usted pruebas de lo que decimos, pero por desgracia no hay ningún registro. Solo sé decir que estamos cerca del Cañón del Sumidero y del Río Grande. Si usted vive fuera del territorio libre de los hijos de la Escocia chiapacorceña, levántese temprano o desvélese, y mire hacia el noroeste, rumbo a las referencias que le digo. Con suerte usted también pueda ver lo que yo, desde su patio… Por mejores cielos.

martes, 13 de febrero de 2018

¡Cómo no te voy a querer!


Una mañana (muy de mañana) nos apersonamos mi padrino César y YoMeroMaromero en una escuela que se hace llamar "territorio UNAM". Mi padrino y yo, Pumas honoris causa (cualquier semejanza con otros honoris causa, es mera coincidencia), asistimos con gusto a la Concha Acústica, para conocer a chicos y chicas de preparatoria y para hablar de literatura, y de la importancia de los círculos de lectura en las escuelas.

Fiel a mi mala costumbre, llegué media hora antes para reconocer el terreno, consejo de mi general Pancho Villa quien, dicen que dijo alguna vez: "Aquel que no conoce el terreno que pisa, o es el enemigo, o es un pendejo". Y no niego ser pendejo, aunque inteligente, porque ser pendejo-pendejo está cabrón.

Me senté en la banca de la entrada, saqué una hoja y me dispuse a elaborar un pajarito de papel. Origami le dicen unos, otros Papiroflexia; yo le digo Magia. Sentado ahí vi cruzar (a una distancia de medio metro) a veintitantos alumnos y alumnas en un lapso de veinte minutos. De todos ellos solo cuatro dijeron "Buenos días". "Curioso", me dije. La educación en casa sufre de una grave crisis. Lo constaté cuando un señor bajó a dejar a su crío, sin despedirse de él, llegando hasta el medio metro de donde estaba yo sin voltear a verme siquiera, y miren que soy difícil de no ver.

Una de nuestras anfitrionas apareció para guiarnos hasta el lugar preciso. Resultó que el dichoso espacio al aire libre está en la cima del colegio, desde donde se ve el absurdo crecimiento de la ciudad idiota. Y allá fuimos mi padrino y yo, escalón por escalón, curiosos. Después de la primer tanda y algunos respiros urgentes, divisamos una enorme águila con las alas abiertas, mirando al norte. La estilizada figura tiene las características de la llamada Aguila Real, que son precisamente del norte. ¿Mira hacía su terruño? ¿Extraña el cielo del norte? Se preguntará acaso ¿Qué chingados hago acá, en territorio de la UNAM, donde hay huellas de Puma por todos lados? ¿Estoy muy al sur? ¿Me habrán confundido con mi pariente, el Águila Arpía?

Nos dimos a la tarea de preguntar, sin importarnos parecer pendejos. Uno a uno fueron contestando "No lo sé... quién sabe... a lo mejor... puede ser que... ni idea...". "Qué curioso!", me dije. Mi padrino y yo comenzamos la tanda de especulaciones, y en esas estábamos, cuando escuchamos cerca de nosotros la frase: "¡Cara de Guatemalteco!", dicha por muchacho, en tono de insulto, lo que resultó más curioso para nosotros.

En el barrio del Niño de Atocha nos decíamos "Carota'e caite"... "Carota'e mi coyol"... "Carota'e culo", entre otras linduras. Pero, ¿cara de Guatemalteco? Tengo entrañables amigos y amigas de Guatemala, país hermano y de cercanía no solo geográfica, sino cultural. El intrépido muchacho por supuesto ignora que Chiapas fue territorio Guatemalteco, hasta el 14 de septiembre de 1824, cuando decidió anexarse a la república mexicana luego de marchas y contra marchas políticas. El monumento que representa ese acontecimiento de la historia de Chiapas se encuentra en... no se lo diré, pero sé que lo ha visto muchas veces y hasta se ha sentado cerca. ¿No es curioso?

Los buenos modales, los símbolos y los gentilicios, son tres curiosidades que van ligadas con la lectura, porque como ya he mencionado en otras entradas, no solo se lee con los ojos, se lee también con el olfato, el oído, el tacto y el gusto. Los buenos modales se "leen" en casa, se aprenden y se ejercen. La escuela enseña lo académico, las ciencias naturales y sociales, por decir una generalidad. No basta con ser alfabetizados, hace falta ser Lectores Letrados, ciudadanos críticos, que hagan de esa ciudadanía un ejercicio y no un concepto, para dejar la indiferencia a un lado, que está haciendo de México un país macabramente surrealista.

Por mejores lectores...