lunes, 2 de octubre de 2017

¿Robas o trabajas?


¿Dónde lo agarró el temblor?, pregunta mi vecina. Le digo que dentro de un hotel, en la Ciudad de México. ¡De la que se salvó! Acá estuvo horrible, nomás lo platico y me pongo nerviosa. Mire, me sudan las manos. Mi hermano creo le dio azúcar después del temblor porque no salió, se quedó acompañando a mi sobrino que está enfermo. No les dio tiempo de salir. Lo bueno es que no se derrumbó la casa. Y luego réplica y réplica, ya ni gracia. Le juro que a cada movimiento me duele el estómago, después me da náuseas. Le digo que debe ir al médico. ¿Usted es doctor? Me ataja. No, pero conozco algunos. Lo malo de los doctores -me dice- es que recetan medicamentos caros, y la verdad no tenemos dinero. No sé a dónde va a dar ese dineral que dicen los famosos que donan. Dólares por acá, euros por allá. Dicen que van más de mil millones de pesos, pero, ¿en la cuenta de quién está? Si es en la del gobierno entonces ya no vimos ni un centavo. ¿Por qué el gobierno es tan ratero? ¿No les da vergüenza? Yo le digo que quizá porque lo hemos permitido. Hace mutis, después vuelve a la carga. Y a todo esto, vecino, ¿a qué fue a la Ciudad de México? Le digo que fui a un curso de promoción lectora. Me mira sin mirar, luego da un vistazo a la casa. ¿Ese es su trabajo? Le digo que no, pero que sí, y termino enredándome. ¿Es usted vendedor de libros? Le digo que más bien un vendedor de historias. ¿Y se gana bien? Le digo que realmente no, que las ganancias son más de orden emocional que monetario. ¿En qué trabaja entonces? Nunca sale y a veces no sé si estan o no en su casa. Le digo que trabajo con los rateros del gobierno. ¡Ay, vecino! Ni lo diga, si se ve que usted no es de esos... ¿o sí? Mi hija dice que usted es escritor, que tiene muchos libros y que por eso no sale. En todo caso (me animo a decir) no soy escritor, sino lector. ¿Y da usted clases? Porque mis hijos no tienen clases, y se van a retrasar, ya de por sí los maestros son muy faltistas. ¡Ay vecino, qué mal está México... y Chiapas! ¿Por qué todas las desgracias nos suceden a nosotros? ...esta temblando.... ¡ay nanita!... ¡está temblando!... ¿No lo sintió? No me diga que no lo sintió, si estuvo fuerte. Mire (me enseña su teléfono), fue de 4.2 con epicentro en Pijijipan. ¡Ay, vecino! Mire mis manos, si ya tiemblo toda, hasta cuando no tiembla siento que sí, llevo días sin dormir, y con una angustia en el pecho que no sabe. Entonces, ¿trabaja o no? Yo ni sé qué decir... comienzo a sospechar que robo.